La reciente aparición de Verónica Castro en el homenaje a Marco Antonio Muñiz ha vuelto a encender la polémica en torno a su relación con Yolanda Andrade. Más allá del brillo y la nostalgia de la celebración por los 70 años de trayectoria del “lujo de México”, las preguntas de la prensa inevitablemente se dirigieron hacia la salud de Andrade y los persistentes rumores sobre una supuesta "macumba". La respuesta de Castro, breve y con una sonrisa enigmática, ha dejado más preguntas que respuestas: "Que tenga mucha salud, que Dios la guarde. ‘Macumba’, solamente la hago en el escenario”. Esta declaración, lejos de apaciguar la controversia, aviva las especulaciones y nos invita a analizar las complejas capas de esta historia.

Recordemos que Yolanda Andrade ha enfrentado una dura batalla contra diversos problemas de salud, desde un aneurisma detectado en abril de 2023 hasta un diagnóstico de esclerosis múltiple. Su valentía al compartir públicamente su lucha ha generado una ola de solidaridad, pero también ha abierto la puerta a conjeturas y teorías, algunas rozando lo místico. La propia Andrade, en una entrevista con Inés Moreno, confesó no descartar la posibilidad de ser víctima de brujería, alimentando aún más las sospechas que apuntan hacia Verónica Castro.

La negativa constante de Castro sobre una relación sentimental con Andrade contrasta con las afirmaciones de esta última, creando un juego de verdades y silencios que mantiene a la audiencia cautiva. La imagen de “La Chaparrita Consentida”, siempre jovial y carismática, se ve ahora teñida por un halo de misterio, y cada una de sus palabras es escudriñada en busca de pistas.

¿Es la respuesta de Castro una simple evasión, una forma de desviar la atención de un tema incómodo? ¿O hay un doble sentido, una ironía escondida tras la aparente inocencia de sus palabras? El uso de la palabra “macumba”, cargada de connotaciones mágicas y ritualísticas, resulta particularmente sugestivo en este contexto. ¿Se refiere únicamente a la energía y el poder escénico que despliega en sus actuaciones, o hay una alusión velada a algo más profundo y oscuro?

La ausencia de una respuesta directa sobre la salud de Andrade, a pesar de la gravedad de la situación, también resulta llamativa. ¿Se trata de discreción y respeto a la privacidad de alguien con quien, según ella, no tiene una relación cercana? ¿O hay un deliberado intento de distanciarse de la controversia y evitar cualquier tipo de implicación?

Mientras tanto, Yolanda Andrade continúa su lucha contra la enfermedad, rodeada del cariño de sus seguidores y la preocupación de la opinión pública. Sus palabras, llenas de vulnerabilidad y duda, resuenan con fuerza: "¿qué tuve que hacer yo para que alguien deseara mi muerte?". Esta pregunta, cargada de dolor e incertidumbre, nos interpela a todos y nos invita a reflexionar sobre la responsabilidad que tenemos al difundir rumores y especulaciones que pueden afectar la vida de los demás. La verdad, como siempre, permanece oculta tras un velo de misterio, alimentando la intriga y manteniendo viva la llama de la polémica.