
5 de junio de 2025 a las 16:35
Michelin, rockstars y tacos: ¿enemistad o envidia?
La historia de Arturo Rivera, el parrillero que conquistó una estrella Michelin para la taquería El Califa de León, se ha convertido en una verdadera telenovela mexicana, llena de giros inesperados, emociones a flor de piel y, por supuesto, el inconfundible aroma a tacos al pastor. Lo que parecía un cuento de hadas culinario, con un humilde taquero alcanzando la cima del reconocimiento gastronómico, se transformó en un drama con acusaciones de egos inflados, contratos leoninos y el espectro de una rivalidad digna de las mejores luchas libres.
La versión de Mario Hernández, dueño de El Califa, pinta un cuadro de ambición desmedida. Según él, la fama se le subió a la cabeza a Rivera, transformándolo de un hábil parrillero en un "rockstar" incapaz de manejar la atención y las nuevas oportunidades. “¿Chef de qué?”, ironiza Hernández, cuestionando la legitimidad del título otorgado a Rivera tras el reconocimiento Michelin. La imagen que proyecta es la de un joven deslumbrado por las luces de la fama, abandonando el barco que lo llevó al éxito por promesas de un futuro más brillante.
Sin embargo, la historia de Rivera es mucho más compleja y conmovedora. En medio de la euforia por la estrella Michelin, el parrillero enfrentaba una tragedia personal: la enfermedad y posterior fallecimiento de su padre. Un duelo que lo dejó vulnerable, en un momento crucial de su vida profesional. En este contexto de fragilidad emocional, aparece la figura del misterioso representante que le ofrece "el sol, la luna y las estrellas". Una oferta que, en su momento, pareció la respuesta a sus problemas, pero que luego se revelaría como una trampa.
La confesión de Rivera sobre el contrato abusivo, con un reparto del 80/20 a favor del representante, pone una nueva luz sobre su decisión de abandonar El Califa. Ya no se trata de un acto de arrogancia, sino de una decisión tomada bajo presión, en un momento de extrema vulnerabilidad. Incluso, el parrillero confiesa haber recibido amenazas de cárcel si intentaba trabajar por su cuenta, lo que nos muestra el lado oscuro de la industria y la presión que pueden ejercer ciertos actores sobre los talentos emergentes.
Lejos de la imagen del "rockstar" que le atribuye Hernández, Rivera se describe a sí mismo como un hombre sencillo, que viaja en metro y que, a pesar de todo, no guarda rencor hacia su antiguo jefe. Asegura que su salida de El Califa se dio en buenos términos y niega cualquier tipo de enemistad. Ahora, trabajando en Tacos Polo, continúa perfeccionando su arte y esperando el momento oportuno para liberarse de las ataduras de un contrato que lo limita.
La historia de Arturo Rivera y la estrella Michelin nos deja con un sabor agridulce. Por un lado, la satisfacción de ver a la cocina tradicional mexicana reconocida a nivel internacional. Por otro, la constatación de que el éxito puede ser un arma de doble filo, capaz de exponer a los más vulnerables a la ambición y la manipulación. La pregunta que queda en el aire es: ¿podrá Arturo Rivera recuperar su brillo y alcanzar el éxito en sus propios términos? Solo el tiempo, y el inigualable sabor de sus tacos, tendrán la respuesta.
Fuente: El Heraldo de México