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5 de junio de 2025 a las 22:50
¿Dónde está Tatiana? 50 días de angustia
La angustia se palpa en el aire cargado de salitre de Cartagena. Cincuenta días. Cincuenta amaneceres sin rastro de Tatiana Hernández Díaz, la joven promesa de la medicina cuyo futuro se desvaneció en la brisa marina un domingo 13 de abril. Cincuenta noches en vela para su familia, aferrada a la esperanza que se diluye con cada hora que pasa. La imagen de Tatiana, de tan solo 23 años, se ha grabado en la memoria colectiva: una joven brillante, dedicada a sus estudios, con la vida por delante. Originaria de Bogotá, había elegido la vibrante Cartagena para realizar sus prácticas en el prestigioso Hospital Naval de Bocagrande, un paso crucial hacia su sueño de sanar y aliviar el sufrimiento.
Ese domingo, la mañana transcurrió con la normalidad de un día familiar. Risas, conversaciones, el calor del hogar. Tatiana, inmersa en el mundo de la medicina, pidió que la dejaran cerca del hospital, mencionando una reunión con sus compañeros. La presión de los estudios, el peso de la responsabilidad, la llevaron a buscar un respiro frente al mar, un momento de paz antes de sumergirse de nuevo en los libros. Fue vista por última vez en la Avenida Santander, contemplando la inmensidad del océano, como si buscara respuestas en las olas. Esa imagen, captada por una cámara de seguridad, se ha convertido en un símbolo desgarrador de su ausencia.
La búsqueda ha sido exhaustiva, implacable. Drones surcando el cielo, buzos rastreando el fondo marino, equipos del CTI, la Armada y la Policía Metropolitana peinando cada rincón de la ciudad. La tecnología, la experiencia, la voluntad… todo desplegado en un esfuerzo titánico por encontrarla. Pero el silencio persiste, un silencio que grita la desesperación de una familia y la impotencia de las autoridades.
El director de Distriseguridad, Jaime Hernández Amín, no oculta su perplejidad. "Una situación muy extraña", "un misterio doloroso", repite con la voz cargada de frustración. Se han agotado todos los recursos, desde la revisión minuciosa de las cámaras de vigilancia hasta el ofrecimiento de recompensas, sin obtener una sola pista concluyente. La hipótesis de una fuga voluntaria parece desvanecerse ante la falta de motivos aparentes. Tatiana, según sus allegados, era una joven feliz, con una vida plena y un futuro prometedor. ¿Qué pudo haberla llevado a desaparecer sin dejar rastro?
Un nuevo elemento se suma a la intrincada trama: un segundo teléfono móvil, cuya existencia se mantenía en secreto. ¿A quién pertenecía? ¿Qué información contenía? La Fiscalía trabaja contrarreloj para desentrañar este enigma, con la esperanza de que este dispositivo arroje luz sobre el paradero de Tatiana.
Mientras tanto, Lucy Díaz, la madre de Tatiana, libra su propia batalla contra la angustia y la incertidumbre. Su voz, quebrada por el dolor, resuena en los medios locales, clamando por la ayuda de la ciudadanía. Relata los últimos momentos que compartió con su hija, la aparente tranquilidad, la dedicación a sus estudios, la promesa de volver. Un relato que desgarra el alma y nos recuerda la fragilidad de la vida.
La denuncia de Lucy sobre la misteriosa desaparición de los carteles de búsqueda añade un nuevo matiz de inquietud al caso. ¿Se trata de un simple acto de vandalismo o de una acción deliberada para obstaculizar la investigación? La sombra de la sospecha se cierne sobre la ciudad, alimentando la angustia y la incertidumbre.
La Universidad Militar Nueva Granada, donde Tatiana cursaba su último semestre de medicina, se ha unido al clamor de justicia. Comunicados, actividades simbólicas, muestras de solidaridad… La comunidad universitaria se niega a olvidar a su compañera, a la joven que soñaba con sanar y aliviar el sufrimiento.
Cartagena, la ciudad amurallada, guarda en su seno un misterio que nos conmueve a todos. La desaparición de Tatiana Hernández Díaz es un recordatorio de la vulnerabilidad humana, de la importancia de la solidaridad y de la necesidad de encontrar respuestas en medio de la oscuridad. La esperanza, aunque tenue, se mantiene viva. La búsqueda continúa.
Fuente: El Heraldo de México