La pasión futbolística en Argentina es un fenómeno cultural innegable, un sentimiento que corre por las venas y se manifiesta en cada rincón del país. A diferencia de otras latitudes, donde el cambio de camiseta de un jugador puede generar cierta molestia, en la tierra de Maradona y Messi, la lealtad a los colores se vive con una intensidad casi religiosa. El reciente caso de los niños de las fuerzas básicas de Newell's Old Boys, sancionados por una simple fotografía, ilustra a la perfección esta realidad.

Seis pequeños, con la ilusión a flor de piel y la camiseta rojinegra bien puesta, posaron sonrientes junto a Ignacio Malcorra, exjugador de Pumas y actual futbolista de Rosario Central, el eterno rival. Una imagen inocente, un encuentro casual tras un partido infantil, desató una tormenta mediática y una polémica que divide a la afición leprosa. La directiva del club, amparándose en un supuesto "respeto al escudo", decidió sancionar a los menores con tres meses de suspensión y el retiro de sus becas deportivas. Un castigo desproporcionado, que ha generado un profundo malestar entre padres y aficionados.

La justificación oficial habla de sentar un precedente, de evitar que se repitan "estos errores". Se argumenta que la foto, subida a redes sociales por los padres, daña la imagen del club. Sin embargo, la sombra de la politiquería interna, en un año electoral para la institución, se cierne sobre el asunto. El presidente de Newell's, Ignacio Astore, niega las sanciones y asegura que la decisión fue tomada para "proteger" a los niños, una versión que contrasta con el testimonio de los padres, quienes aseguran que sus hijos fueron castigados y que no volverán a pisar el club.

Este incidente pone de manifiesto la compleja relación entre el fútbol, la pasión y la identidad en Argentina. ¿Dónde termina el amor por los colores y comienza el fanatismo desmedido? ¿Es justificable castigar a niños por una foto inocente? La polémica sigue abierta, alimentando el debate en un país donde el fútbol es mucho más que un deporte. Mientras tanto, seis pequeños futbolistas, con la ilusión rota, se ven obligados a pagar el precio de una rivalidad que, en muchos casos, se torna enfermiza. Un triste episodio que deja un sabor amargo y nos invita a reflexionar sobre los límites del fervor deportivo.

La controversia se acrecienta con el comunicado oficial del club, que si bien no menciona explícitamente una sanción, deja entrever la existencia de "medidas" tomadas para "preservar la imagen institucional". Un lenguaje ambiguo que no hace más que alimentar las sospechas y la indignación de los padres. Uno de ellos, con la voz entrecortada por la impotencia, asegura que la decisión del club no fue para proteger a los niños, sino para castigarlos. "Mi hijo nunca más va a poner un pie en Newell's", sentencia, reflejando el dolor y la decepción de una familia que se siente traicionada por la institución que su hijo amaba.

Este caso, más allá de la anécdota, nos invita a reflexionar sobre la importancia de la formación integral de los jóvenes deportistas. El fútbol, como cualquier actividad, debe promover valores como el respeto, la tolerancia y el fair play. Sancionar a niños por una fotografía con un jugador rival no solo es injusto, sino que envía un mensaje equivocado a las futuras generaciones. Es necesario fomentar la pasión por el deporte sin caer en el fanatismo exacerbado, recordando siempre que el fútbol, al final del día, es solo un juego.