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4 de junio de 2025 a las 09:05

El ocaso de la república

La sombra de la duda se cierne sobre el proceso electoral que acaba de concluir. Desde Acción Nacional, advertimos que esta no era una elección, sino una simulación meticulosamente orquestada para consolidar el control del Poder Judicial y desmantelar la precaria división de poderes que aún subsistía en México. El régimen, con una maquinaria aceitada, logró su objetivo: disfrazar de democracia un acto de control político. Esta “elección”, nacida de una reforma ilegítima, impuesta por una mayoría legislativa artificial y sostenida con presiones y componendas, nunca fue un espacio de diálogo abierto. Se diseñó con la única finalidad de vengarse del Poder Judicial, el último bastión que se atrevía a resistir los embates del Ejecutivo.

El proceso fue un auténtico lodazal de irregularidades. Listas manipuladas, comités sometidos al oficialismo, evaluaciones opacas y un descarado uso de recursos públicos para coaccionar el voto. A esto se sumó el acarreo, la activación de redes clientelares y hasta el reparto de “acordeones” con los nombres de los candidatos “sugeridos”. Ante este panorama, la abstención, cercana al 90% del padrón electoral, no es motivo de celebración para el régimen, sino un grito silencioso de repudio. La narrativa oficial se desmorona ante la contundente realidad.

En Acción Nacional, fieles a nuestra vocación democrática, siempre hemos promovido la participación ciudadana. Reconocemos la valía de algunos de los finalistas, hombres y mujeres capaces de ejercer su función con independencia y apego a la ley. Sin embargo, no podíamos convalidar una farsa. Defender el voto es una cosa, legitimar una trampa es otra muy distinta. Por eso, decidimos no participar como dirigentes en esta elección, negándonos a ser parte del decorado de una obra teatral donde el guion ya estaba escrito.

El oficialismo pretende presentar la paupérrima participación del 13% como un triunfo. La realidad es que la jornada electoral estuvo marcada por la apatía, la desconfianza y la certeza de un resultado predeterminado. Las casillas, en su mayoría, fueron ocupadas por adultos mayores, bajo la amenaza de perder sus pensiones. La ausencia de votantes independientes y la profunda desidia ciudadana hablan por sí solas.

Esta no fue una elección libre, justa ni creíble. Fue el último acto de una estrategia para concentrar el poder: el Ejecutivo, el Legislativo y ahora el Judicial. El siguiente paso será gobernar sin contrapesos, sin límites, sin reglas. Desde Acción Nacional, no lo vamos a permitir. Documentaremos y denunciaremos estos hechos ante instancias nacionales e internacionales, como la OEA, la CIDH, la CPI y el Parlamento Europeo.

Los perfiles seleccionados no tendrán un camino fácil. La sombra de este proceso los perseguirá. Si tienen un ápice de compromiso con la justicia y con el país, deberán demostrar independencia y valentía para juzgar conforme a derecho, incluso cuando el poder intente influir en sus decisiones. Su deber es honrar la toga, no actuar como empleados del gobierno.

El futuro de nuestra democracia está en juego. Cuando una sola fuerza política concentra todos los poderes, cuando el disenso se silencia y la ley se adapta a los caprichos del presidente, no hablamos de democracia, sino de autoritarismo. En Acción Nacional, no lo permitiremos.

Redoblaremos nuestra lucha por la independencia del Poder Judicial. No reconocemos la legitimidad de este proceso. Instruimos a nuestros grupos parlamentarios a presentar una contrapropuesta para derogar la reforma judicial y exigiremos la creación de Comisiones Especiales para investigar los perfiles de los electos, especialmente aquellos vinculados con el régimen o, peor aún, con el crimen organizado.

A quienes anhelan un México con instituciones sólidas, jueces valientes y justicia verdadera, les decimos: no están solos. Seguiremos luchando con firmeza y responsabilidad, convencidos de que un mejor país es posible.

México no necesita simulaciones. Necesita equilibrios, justicia y jueces que no se dobleguen. Aunque el régimen celebre su farsa, la dignidad no se vota, se ejerce. Y esa, créanme, sigue y seguirá viva.

Fuente: El Heraldo de México