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4 de junio de 2025 a las 09:05

Domina el idioma, domina tu mundo.

La lengua, ese fascinante tejido que nos conecta con el mundo, con la historia, con nosotros mismos. Myriam Moscona, con la precisión de una cirujana de las palabras, la describe como una llave maestra, una llave que no solo abre las puertas de la comunicación, sino que nos permite acceder a un vasto universo cultural, a un legado ancestral que resuena en cada sílaba, en cada inflexión. Perder una lengua, nos advierte Moscona, es una tragedia comparable a la extinción de una especie animal. Es la desaparición de un mundo único, de una forma irrepetible de percibir y nombrar la realidad. Imaginen la pérdida, no solo de palabras, sino de la cosmovisión que esas palabras encierran, de la sabiduría acumulada durante generaciones, transmitida de boca en boca, de canción en canción.

En México, un país rico en diversidad lingüística, la amenaza de la extinción planea sobre numerosas lenguas indígenas. Son tesoros frágiles, vulnerables al embate de la globalización, a la presión de las lenguas dominantes. Moscona nos invita a reflexionar sobre la urgencia de preservar este patrimonio, de proteger la riqueza que representan estas lenguas, no como piezas de museo, sino como expresiones vivas de la cultura.

La propia experiencia de Moscona, marcada por la emigración y el encuentro con diferentes idiomas, ilustra la complejidad de este entramado lingüístico. El búlgaro de sus padres, el judeoespañol de sus abuelas, el español de México, conforman un mosaico sonoro que ha nutrido su sensibilidad literaria. El ladino, esa lengua que resonaba en los labios de sus abuelas, se convirtió en un hilo conductor que la llevó a explorar sus raíces, a emprender un viaje en busca de los últimos hablantes de esta variante del castellano del siglo XV.

"Tela de Sevoya", su premiada novela, nace de este viaje, de este reencuentro con la lengua ancestral. No es solo una novela, es un testimonio, un acto de rescate, una ofrenda a la memoria. Moscona recrea el universo del ladino, nos permite escuchar sus ecos, nos sumerge en su cadencia particular. La novela trasciende los límites del género, se convierte en un crisol donde confluyen la memoria, el diario de viaje, la poesía, el diálogo, la entrevista. Es una obra polifónica, un tapiz tejido con hilos de diferentes texturas, donde cada fragmento contribuye a la construcción de un relato conmovedor.

La recepción de "Tela de Sevoya" confirma la potencia de la historia, la sed de los lectores por conectar con sus raíces, por explorar la diversidad lingüística y cultural. El libro se convirtió en un puente entre generaciones, en un vehículo para la transmisión de la memoria. Y es que, en última instancia, la lengua es el vehículo de la memoria, el hilo que nos une al pasado, la llave que nos abre las puertas del futuro. Es nuestra responsabilidad cuidar de ella, protegerla, permitir que siga evolucionando, reinventándose, porque una lengua sin evolución es una lengua muerta. Y con cada lengua que se extingue, perdemos una parte irremplazable de nosotros mismos.

La experiencia de Moscona nos recuerda la importancia de valorar y preservar la riqueza lingüística. No se trata solo de conservar palabras, sino de salvaguardar la memoria, la identidad, la cultura que esas palabras encierran. Es un llamado a la acción, una invitación a escuchar las voces que se desvanecen, a tender puentes entre las diferentes lenguas, a celebrar la diversidad que nos enriquece a todos.

Fuente: El Heraldo de México