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3 de junio de 2025 a las 04:35

VIDEO: Cae "La Perris" en operativo

La tensión se palpa en el aire. El polvo levantado por las botas de los militares se mezcla con el humo acre de los disparos. El eco de las ráfagas resuena en las calles desiertas de Navolato, un recordatorio brutal de la guerra silenciosa que se libra en el corazón de Sinaloa. El 23 de mayo de 2025 quedará marcado en la memoria colectiva como el día en que la justicia, o quizás la venganza, alcanzó a Jorge Humberto Figueroa Benítez, alias "El Perris", "El 27", un nombre susurrado con temor y respeto en los círculos del narcotráfico.

Las imágenes, crudas y estremecedoras, captadas por el periodista Luis Chaparro, nos transportan al centro del infierno. Observamos a los uniformados, hombres curtidos en mil batallas, avanzar con cautela, conscientes del peligro que acecha tras cada esquina, tras cada ventana. La adrenalina se puede sentir a través de la pantalla, la misma que seguramente corría por las venas de aquellos hombres que arriesgaban sus vidas en la persecución de un fantasma, un hombre convertido en leyenda por su crueldad y su poder.

El tableteo de las ametralladoras es ensordecedor. El rugido del calibre .50, un arma de guerra en manos de la ley, responde a la agresión proveniente del interior de la vivienda. Es una danza macabra, un intercambio de plomo y fuego que parece no tener fin. Cada impacto contra la fachada, cada esquirla de vidrio que vuela por los aires, nos recuerda la fragilidad de la vida, la delgada línea que separa la existencia de la muerte.

La figura de "El Perris" se agiganta en la narrativa de la violencia. Desde sus inicios en la célula de "Los Dámaso" hasta su ascenso meteórico en las filas de "Los Ninis", el brazo armado de "Los Chapitos", su historia es un catálogo de brutalidad y ambición desmedida. Su nombre se asocia a episodios oscuros de la historia reciente de Sinaloa, como el "Culiacanazo" y el secuestro de "El Mayo" Zambada, eventos que dejaron una profunda cicatriz en la sociedad.

El fentanilo, ese polvo blanco que se ha convertido en sinónimo de muerte y desesperación, fue su pasaporte al poder y a la lista de los más buscados. Un millón de dólares, la recompensa ofrecida por Estados Unidos, es una muestra de la importancia que las autoridades le daban a su captura. No era solo un narcotraficante más, era una pieza clave en el engranaje de una maquinaria criminal que se extendía desde las montañas de Sinaloa hasta las calles de las grandes ciudades americanas.

La acusación formal en Nueva York, por conspiración, tráfico de drogas, posesión de armas y lavado de dinero, era solo la punta del iceberg. Detrás de los cargos formales, se escondía una historia de violencia extrema, de torturas y asesinatos que lo convertían en un objetivo prioritario para la DEA. "El Perris" era un depredador, un hombre sin escrúpulos que había sembrado el terror a su paso.

El final de la historia se escribe con sangre y fuego en las calles de Navolato. La imagen se corta justo cuando los uniformados derriban la puerta, dejando al espectador en suspenso, imaginando el desenlace inevitable. La muerte de "El Perris" marca el fin de una era, pero también es un recordatorio de que la lucha contra el narcotráfico está lejos de terminar. Es una batalla sin tregua, una guerra en la que las victorias son efímeras y el enemigo siempre acecha en las sombras.

Fuente: El Heraldo de México