Las intensas lluvias que azotaron la Ciudad de México y el Estado de México el pasado fin de semana nos recuerdan la fuerza de la naturaleza y la importancia de estar preparados. Las imágenes de la inundación en Coacalco, que obligó al cierre de la vía José López Portillo, y los estragos causados en Viaducto, son un testimonio palpable de la vulnerabilidad de nuestras infraestructuras ante estos fenómenos meteorológicos. El derrumbe de un edificio abandonado en la CDMX, consecuencia directa de las precipitaciones, subraya la necesidad de una constante revisión y mantenimiento de las construcciones, especialmente aquellas en desuso. La interrupción del servicio en la Línea A del Metro, aunque temporal, impactó la movilidad de miles de usuarios y nos recuerda la fragilidad de nuestro sistema de transporte ante eventos climáticos extremos.

Si bien las lluvias son un fenómeno natural e incluso necesario para el equilibrio de nuestro ecosistema, su intensidad y frecuencia pueden generar graves consecuencias. El Servicio Meteorológico Nacional (SMN) ha anunciado que la temporada de lluvias, iniciada el 15 de mayo, se extenderá hasta finales de noviembre, con la posibilidad de una disminución hacia finales de octubre. Es crucial, por lo tanto, mantenerse informado y tomar las precauciones necesarias. Junio y septiembre se perfilan como los meses con mayor precipitación pluvial, lo que exige una mayor atención por parte de las autoridades y la ciudadanía en general. En particular, estados como Oaxaca, Veracruz, Tabasco y Chiapas, históricamente propensos a fuertes lluvias durante septiembre, deben estar especialmente alerta.

La complejidad de los fenómenos meteorológicos implica una serie de factores que influyen en la intensidad y distribución de las lluvias. La temperatura superficial de los océanos Atlántico y Pacífico juega un papel fundamental en este proceso. Variaciones significativas en estas temperaturas pueden alterar los niveles de evaporación, lo que a su vez impacta la formación de nubes y la cantidad de lluvia. Un aumento en la temperatura de los océanos, por ejemplo, genera mayor humedad, creando un ambiente propicio para la formación de nubes y el incremento de las precipitaciones.

Es importante comprender que estos fenómenos no son aislados, sino que forman parte de un sistema climático complejo e interconectado. El cambio climático, con sus efectos en las temperaturas globales, está influyendo en la intensidad y frecuencia de estos eventos. Por lo tanto, además de las medidas de prevención inmediatas, es fundamental abordar las causas subyacentes del cambio climático y promover prácticas sostenibles que contribuyan a mitigar sus efectos. La información y la preparación son nuestras mejores herramientas para afrontar estos desafíos y construir un futuro más resiliente. Manténgase informado a través de los canales oficiales del SMN y las autoridades locales. Recuerde que la prevención es clave para minimizar los riesgos y proteger a nuestras comunidades.