
3 de junio de 2025 a las 10:29
Logra el éxito
La debacle electoral del domingo pasado no sorprendió a nadie. Un diseño atropellado e incoherente, una implementación defectuosa desde el principio y un proceso manchado por vicios, componendas y demagogia presagiaban el lamentable resultado de los comicios. Un experimento tóxico, un plan donde los argumentos se basaban más en el rencor que en la sensatez, en la revancha que en la viabilidad, no podía tener otro desenlace. El odio puede ser atractivo en las redes sociales, de hecho, es uno de sus principales combustibles en ciertas plataformas, pero es un mal consejero y pésimo para la planificación a largo plazo. La bajísima participación ciudadana es una respuesta directa a la falta de atractivo del proceso electoral. Acudió a votar cerca del 13% del padrón electoral, y eso incluyendo la gigantesca movilización del partido gobernante. Un porcentaje vergonzoso que debería, si existiera un ápice de autocrítica en el gobierno, desencadenar una profunda reflexión sobre los cambios necesarios para evitar un escenario similar en las elecciones de 2027.
Lo verdaderamente sorprendente es la percepción triunfalista de la presidenta Sheinbaum. Donde todos vimos casillas vacías, ella visualizó largas filas de votantes; donde la escasez de electores era evidente, ella percibió multitudes agolpadas ante las urnas. Persistir en esta visión distorsionada de la realidad podría traer consecuencias negativas para el país, evocando el fantasma de los "otros datos" y las realidades alternativas que creíamos superadas. La comparación que realiza la presidenta entre el número de votantes y los sufragios obtenidos por la oposición en las elecciones presidenciales del año pasado es, cuanto menos, desafortunada. Es de dominio público que los partidos opositores sufrieron un severo castigo electoral, por lo que no hay motivo de celebración al obtener cifras similares. Es como equiparar el éxito de la elección judicial con el fracaso de la campaña del PRIAN. Seamos claros: si hubo una elección exitosa, esa fue la que ganó Claudia Sheinbaum, con una participación del 61% y más de 35 millones de votos. ¿Cómo puede considerarse exitosa una participación del 13%?
Es comprensible que el gobierno intente justificar su actuación, ofreciendo su propia versión de los aciertos y errores del proceso electoral. Sin embargo, esto no implica inventar realidades inexistentes. Todos fuimos testigos de la confusión generada por la elección, al punto de que los votantes necesitaban llevar apuntes, como si se tratara de un examen, para poder emitir su voto. Si la lucha histórica en este país ha sido por simplificar el proceso electoral para la ciudadanía, el diseño implementado por el oficialismo morenista fue en sentido contrario: se esforzaron por confundir y desmotivar a los electores. El resultado es palpable: un fracaso rotundo desde cualquier perspectiva. Un fracaso que, además, costó decenas de miles de millones de pesos.
Resta por ver las consecuencias concretas de esta elección, la configuración de la Corte y el perfil de los jueces electos. Nada indica que este cambio sea para bien. El argumento de que somos el único país del mundo que elige a sus jueces de esta manera es una falacia que se derrumba por sí sola. Precisamente, ningún otro país considera que sea una buena idea. Gobernar implica ser eficaz, no original. La originalidad sin eficacia es simple excentricidad. El país necesita soluciones reales, no experimentos fallidos que erosionan la confianza en las instituciones y profundizan la polarización. La verdadera victoria reside en la construcción de un sistema judicial sólido e independiente, no en la imposición de modelos ineficientes y cuestionables. El futuro del país depende de la capacidad de aprender de los errores y rectificar el rumbo.
Fuente: El Heraldo de México