La tragedia que rodea la muerte de Tijana Radonjic, la joven influencer serbia, ha conmocionado a las redes sociales y ha puesto en el foco de atención la seguridad en las actividades turísticas de aventura. A sus 19 años, Tijana buscaba capturar la belleza de la Riviera de Budva desde las alturas, una experiencia que prometía impresionantes vistas y contenido viral para sus seguidores. Sin embargo, lo que debía ser una emocionante aventura se convirtió en una pesadilla que culminó con su fallecimiento. El parasailing, una actividad que a simple vista parece recreativa y segura, esconde riesgos que, lamentablemente, en el caso de Tijana se materializaron de la forma más trágica. Las preguntas que surgen son muchas y la investigación que se lleva a cabo en Montenegro deberá arrojar luz sobre lo sucedido. ¿Estaba el equipo en perfectas condiciones? ¿Recibió Tijana la instrucción adecuada antes de emprender el vuelo? ¿Se evaluaron las condiciones climáticas de forma correcta? Y más allá de las cuestiones técnicas, surge una pregunta que nos interpela a todos: ¿hasta dónde estamos dispuestos a llegar por una foto, por un video, por la promesa de la viralidad en redes sociales?

El caso de Tijana no es un hecho aislado. En la era de las redes sociales, donde la búsqueda de la experiencia perfecta y la presión por compartir contenido impactante son constantes, es fácil caer en la trampa de subestimar los riesgos. Muchos jóvenes, influenciados por la imagen idealizada que proyectan los influencers, se ven impulsados a realizar actividades para las que no están preparados, sin la debida formación ni las medidas de seguridad necesarias.

La fiscalía de Kotor tiene la responsabilidad de esclarecer los hechos y determinar si hubo negligencia por parte de la empresa que organizó el vuelo. Más allá de las responsabilidades legales, la muerte de Tijana nos deja una profunda reflexión. Es crucial priorizar la seguridad por encima de la búsqueda de la adrenalina y la popularidad efímera. Las empresas turísticas deben garantizar que sus actividades se realicen bajo los más estrictos estándares de seguridad, proporcionando a los participantes la información y el equipo necesario para minimizar los riesgos. Y como usuarios de redes sociales, debemos ser conscientes del impacto que nuestros contenidos pueden tener y promover una cultura de responsabilidad, donde la seguridad y el bienestar primen sobre la vanidad y la búsqueda desesperada de "likes".

La vida de Tijana se apagó demasiado pronto, dejando un vacío inmenso en sus seres queridos y una profunda tristeza en quienes han seguido su historia. Su trágica partida debe servir como un llamado de atención para que se implementen medidas que prevengan futuras tragedias y para que reflexionemos sobre la importancia de vivir de forma responsable, valorando la vida por encima de cualquier otra cosa. Que su recuerdo nos impulse a priorizar la seguridad, la prudencia y el respeto por la vida, tanto la propia como la de los demás. El anhelo de capturar la belleza del mundo no debe eclipsar la necesidad fundamental de protegernos y preservar lo más valioso que tenemos: la vida. La tragedia de Tijana Radonjic debe servir como un recordatorio permanente de esta importante lección.