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3 de junio de 2025 a las 10:29

El Regreso de Trump: ¿1800 otra vez?

La sombra del siglo XIX se cierne sobre el comercio internacional. No es una metáfora, sino una realidad palpable que se materializa en la estrategia proteccionista impulsada por la administración Trump. Un juego peligroso que, bajo la bandera del "America First", desempolva prácticas comerciales que creíamos relegadas a los libros de historia: el bilateralismo agresivo, las amenazas como herramienta de negociación y la imposición de aranceles como arma arrojadiza.

Esta estrategia, lejos de ser una genialidad táctica, se asemeja más a un torpe baile sobre un campo minado. Primero, se lanzan aranceles indiscriminadamente, golpeando a socios comerciales y al resto del mundo con la justificación de un supuesto trato injusto hacia Estados Unidos. Luego, se socava el sistema multilateral, debilitando a la Organización Mundial del Comercio (OMC) con la retención de contribuciones. Finalmente, se busca renegociar acuerdos bilaterales, centrándose en aquellos países con los que Estados Unidos mantiene un mayor déficit comercial. Un enfoque que ignora la complejidad de las cadenas globales de valor y el impacto a largo plazo de estas medidas.

Los resultados, como era de esperar, no se han hecho esperar. Los mercados financieros, termómetro sensible de la incertidumbre global, se desplomaron tras el llamado "Día de la liberación", perdiendo miles de millones de dólares en un abrir y cerrar de ojos. La inflación, ese fantasma que acecha a las economías, comenzó a asomar la cabeza, golpeando directamente el bolsillo de los consumidores. El incremento en los precios de productos básicos, desde ropa y calzado hasta alimentos frescos, confirma que la factura de esta guerra comercial la paga, en última instancia, el ciudadano de a pie.

Los análisis de prestigiosas instituciones, como el CSIS y el Laboratorio Presupuestal de Yale, pintan un panorama aún más sombrío. El costo real de los aranceles, el más alto en décadas, amenaza con estrangular el consumo, lastrando el crecimiento económico y poniendo en riesgo miles de empleos. La compra de un automóvil nuevo, símbolo del sueño americano, se convertirá en un lujo cada vez más inalcanzable. Y mientras la economía doméstica se resiente, la demagogia triunfalista se esfuerza por ocultar la cruda realidad: impuestos encubiertos a los consumidores, aumento en los costos de producción, contracción del consumo y un comercio global empobrecido.

A pesar del evidente daño colateral, la apuesta por el bilateralismo continúa. Los acuerdos alcanzados con China y el Reino Unido, aunque presentados como victorias, son parches precarios sobre una herida profunda. La volatilidad persiste, alimentada por la temporalidad de los acuerdos y las acusaciones cruzadas de incumplimiento. Incluso la justicia estadounidense, a través de la Corte de Comercio Internacional, ha cuestionado la legalidad de estas medidas, poniendo en evidencia el excesivo uso de facultades ejecutivas.

En este contexto, la recuperación de los principales índices bursátiles tras el acuerdo con China se asemeja a un espejismo en el desierto. Un respiro efímero que no borra la incertidumbre que se cierne sobre el futuro del comercio global. La pregunta que queda en el aire es cuánto tiempo podrá sostenerse esta apuesta por un aislacionismo rancio y un bilateralismo agresivo, antes de que la realidad, en forma de consumidores empobrecidos y socios comerciales hartos, obligue a un cambio de rumbo. El tiempo, como siempre, tendrá la última palabra. Mientras tanto, la sombra del siglo XIX se alarga, amenazando con sumir al mundo en una nueva era de proteccionismo y confrontación comercial.

Fuente: El Heraldo de México