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3 de junio de 2025 a las 12:25

Dinamarca: ¿Paraíso migratorio?

La Unión Europea, un bastión de la libre circulación, se enfrenta a una realidad interna compleja: la migración femenina impulsada por la búsqueda de la igualdad. Mientras que la UE se enorgullece de sus valores compartidos, la realidad es que la desigualdad de género persiste, creando una brecha profunda entre las naciones que la conforman. Este fenómeno silencioso, pero contundente, está redibujando el mapa migratorio del continente, con un flujo constante de mujeres, principalmente del este, que buscan refugio en países como Dinamarca, un oasis de equidad en un desierto de disparidad.

El Índice de Desigualdad de Género (IDG) de las Naciones Unidas desnuda esta realidad. Dinamarca, con su bajísimo índice de 0.010 en 2020, se erige como un faro de esperanza, en contraste con países como Hungría, con un preocupante 0.244. Estos números, fríos en apariencia, esconden historias de mujeres que luchan por una vida digna, por el control sobre sus propios cuerpos, por oportunidades que les son negadas en sus países de origen. La diferencia es abismal, incluso mayor que la que separa a Europa de otras regiones del mundo, como México, que en 2020 registró un IDG de 0.362.

No se trata de simples estadísticas, sino de vidas truncadas, de sueños postergados. Las mujeres del este de Europa, cansadas de la discriminación y la falta de oportunidades, emprenden un viaje hacia el norte, buscando un futuro donde la igualdad no sea una utopía, sino una realidad tangible. Dinamarca, con su sólido sistema de bienestar social, su acceso a la educación y la salud, y su cultura de respeto a los derechos de la mujer, se convierte en un imán para aquellas que anhelan una vida plena.

El testimonio de estas mujeres migrantes es conmovedor y revelador. Andreea, de Rumania, llegó a Dinamarca en 2015 atraída por la educación universitaria gratuita, una posibilidad impensable en su país. Clémence, de Francia, encontró en el sistema educativo danés una alternativa al elitismo y la inaccesibilidad que caracteriza al sistema francés. Para Maria, también rumana, el estigma que rodea al aborto en su país fue el detonante para buscar un lugar donde pudiera tomar decisiones sobre su propio cuerpo sin ser juzgada. La salud reproductiva, un derecho fundamental, se convierte en un lujo inalcanzable para muchas mujeres en el este de Europa.

La maternidad también juega un papel crucial en la decisión de migrar. Dinamarca, con su excelente sistema de atención materna y sus guarderías accesibles, ofrece a las mujeres la posibilidad de criar a sus hijos en un entorno seguro y propicio para su desarrollo. “Aquí siento que podría darle la mejor vida a un bebé”, confiesa Andreea, reflejando el anhelo de miles de mujeres que buscan un futuro mejor para sus familias.

Mientras recorremos las calles de Aarhus, la segunda ciudad más grande de Dinamarca, vemos a estas mujeres del este en las universidades, en los centros de salud, construyendo una nueva vida, tejiendo una red de apoyo mutuo. Son un testimonio vivo de la fuerza y la resiliencia del espíritu humano, pero también un recordatorio de la profunda desigualdad que persiste en el corazón de Europa.

La migración femenina dentro de la UE es un síntoma de un mal mayor: la falta de igualdad de oportunidades. Mientras algunas mujeres, como las danesas, pueden disfrutar de sus derechos y desarrollarse plenamente en su país de origen, otras se ven obligadas a abandonar sus hogares, sus familias, sus raíces, en busca de un futuro que les es negado. En el siglo XXI, en una Europa que se precia de ser un modelo de progreso y justicia social, el acceso a una vida digna sigue siendo un privilegio desigual. La lucha por la igualdad no ha terminado, y el éxodo de estas mujeres es un llamado a la acción, una demanda de justicia que no podemos ignorar.

Fuente: El Heraldo de México