
3 de junio de 2025 a las 12:10
Descubre un Legado Histórico
El polvo de los siglos se posa sobre los lienzos, las esculturas, los marcos dorados. Pero en el Museo Nacional de San Carlos, el arte no duerme. Respira. Dialoga. Luis Gómez Mata, historiador de arte y guardián de este tesoro, lo sabe. No se limita a custodiar objetos, sino que preserva los ecos del pasado, los susurros de la historia que vibran en cada pincelada, en cada cincelada. Su labor, como él mismo la define, es la de un "cuidador", una palabra que resuena con la misma fuerza que en los siglos XV y XVI, cuando significaba proteger y velar por el otro. Porque el arte, al final, es un diálogo silencioso entre el creador, la obra y quien la observa. Y Gómez Mata, como curador, se convierte en el puente que une esas tres voces a través del tiempo.
No se trata simplemente de ordenar cronológicamente las piezas, como si fueran fichas de un catálogo. Se trata de tejer una narrativa, de desentrañar las conexiones ocultas, los diálogos secretos que se establecen entre las obras. Es un trabajo casi detectivesco, de reconstrucción paciente, donde cada indicio, cada documento, cada línea en un archivo polvoriento, puede ser la clave para comprender el alma de una obra. Imaginen el minucioso trabajo de Gómez Mata, inclinado sobre un documento antiguo, descifrando la caligrafía de un siglo pasado, buscando la pieza faltante del rompecabezas, el detalle que iluminará la historia completa.
En San Carlos, la curaduría es un acto de traducción. Traducir los lenguajes del pasado al presente, los códigos artísticos de una época a la sensibilidad de otra. Un óleo del siglo XVIII puede interpelar a un joven del siglo XXI, siempre y cuando sepamos cómo presentarlo, cómo contextualizarlo, cómo tender ese puente invisible que une sensibilidades separadas por el tiempo. Y ahí radica la magia del museo, en su capacidad de tender esos puentes, de generar diálogos inesperados, de provocar nuevas lecturas.
La próxima exposición dedicada a Eugenio Landesio y sus discípulos es un claro ejemplo de esta filosofía. No se trata simplemente de mostrar los paisajes del maestro italiano y de quienes siguieron sus pasos, sino de reinterpretar su legado a la luz del presente. ¿Qué nos dicen esos paisajes hoy? ¿Qué resonancias encuentran en nuestras preocupaciones contemporáneas? Gómez Mata y su equipo nos invitan a redescubrir a Landesio, a mirarlo con ojos nuevos, a encontrar en sus obras ecos que quizá él mismo nunca imaginó.
Porque la curaduría, en el Museo Nacional de San Carlos, no es un acto de imposición, sino de invitación. Una invitación a mirar, a escuchar, a sentir. Una invitación a dejarse conmover por la belleza que perdura a través del tiempo, por la fuerza de un arte que sigue vivo, que sigue respirando, que sigue dialogando con nosotros. Y en ese diálogo, en esa conexión profunda entre el pasado y el presente, reside la verdadera esencia de la experiencia museística. Una experiencia que nos transforma, que nos enriquece, que nos recuerda que el arte, como la vida, es un constante fluir, una perpetua reinterpretación.
En la penumbra de las salas, entre los murmullos de los visitantes, las obras de arte esperan. Esperan ser descubiertas, esperan ser leídas, esperan ser sentidas. Y Luis Gómez Mata, el cuidador del tiempo, se asegura de que sus voces, silenciosas pero potentes, sigan resonando en el corazón de quienes se atreven a escuchar. La luz, cuidadosamente dispuesta, acaricia las texturas, resalta los colores, crea una atmósfera de intimidad y reverencia. El recorrido, pensado al milímetro, nos guía a través de las distintas salas, tejiendo una narrativa visual que nos envuelve y nos transporta a otros tiempos, a otros mundos. El equipo del museo, un conjunto de profesionales apasionados, trabaja en armonía para que cada detalle, desde la iluminación hasta la disposición de las obras, contribuya a la creación de una experiencia inolvidable.
Fuente: El Heraldo de México