La travesía que emprendimos hace dos meses, recorriendo cada rincón de México, ha sido una experiencia transformadora. No se trató simplemente de kilómetros acumulados, sino de un viaje al corazón mismo de nuestra nación, un diálogo directo con las inquietudes, las esperanzas y la inquebrantable voluntad del pueblo mexicano. Desde las vibrantes plazas de las grandes ciudades hasta los remotos parajes de nuestros desiertos y costas, hemos sido testigos de la riqueza cultural y la diversidad que nos define como país. En Chiapas, donde este nuevo éxodo por la democracia echó raíces, encontramos la misma sed de justicia que impulsó aquella histórica marcha desde Tabasco hace más de tres décadas. Hoy, la lucha no solo se centra en la defensa del voto, un pilar fundamental de nuestra democracia, sino también en la construcción de un sistema judicial que responda a las necesidades y aspiraciones de todos los mexicanos.

En un momento histórico sin precedentes, donde por primera vez la ciudadanía tiene el poder de elegir directamente a quienes impartirán justicia, la participación consciente y responsable se vuelve crucial. No basta con acudir a las urnas, es necesario hacerlo con la convicción de que estamos construyendo un futuro más justo y equitativo. A lo largo de este recorrido, hemos escuchado las voces de miles de mexicanos. Hemos sido receptores de sus agravios, pero también de sus sueños, de sus dudas y de sus certezas. Y una certeza se ha repetido una y otra vez: México anhela una justicia cercana, que escuche, que comprenda, que represente. Una justicia que no se construya desde la lejanía de los palacios, sino desde la cercanía con la gente.

La democracia no puede florecer plenamente si el Poder Judicial permanece ajeno al mandato popular. Las decisiones que impactan en la vida de todos los mexicanos no pueden tomarse desde una perspectiva aislada. El federalismo, principio fundamental de nuestra organización política, debe reflejarse también en la composición de nuestros tribunales. Necesitamos una justicia diversa, plural, que represente la multiplicidad de voces y experiencias que conforman nuestra nación. No se trata de dividir, sino de enriquecer el debate y garantizar que todas las perspectivas sean consideradas.

El domingo pasado, al ejercer mi derecho al voto, tuve la oportunidad de agradecer personalmente a los funcionarios de casilla por su invaluable labor. Su compromiso con la legalidad es un testimonio de la fortaleza de nuestras instituciones democráticas. En ese momento, la convicción que hemos construido a lo largo de estos 60 días se hizo palpable: la participación ciudadana, consciente y responsable, es el motor que impulsa la transformación de nuestro país.

Estamos escribiendo un nuevo capítulo en la historia de la democracia mexicana. La elección directa de los integrantes del Poder Judicial marca un hito, un antes y un después. Agradezco a los medios de comunicación que han acompañado este proceso con rigor y profesionalismo. Su labor de informar y dar voz a las nuevas corrientes es fundamental para el fortalecimiento de nuestra democracia.

Hoy, concluyo este ciclo con la satisfacción del deber cumplido. Hemos actuado con la convicción de que estamos construyendo un México más justo y democrático. Agradezco a mi familia, amigos y equipo por su apoyo incondicional. Este viaje no fue solo un recorrido geográfico, fue un acto de fe en el futuro de México. Ahora, la decisión está en manos del pueblo, y los resultados, cualesquiera que sean, serán respetados con la convicción democrática que nos otorga el mandato de las urnas. La justicia que merecemos no es una aspiración lejana, es una construcción colectiva que comienza en cada boleta electoral. Gracias por hacer justicia a la justicia.