
Inicio > Noticias > Entretenimiento
3 de junio de 2025 a las 22:05
De pescador a estrella dorada
Pocos saben que detrás del galán de la época de oro del cine mexicano, del charro cantador que conquistó corazones con su voz y su porte, se escondía una historia de aventuras y contrastes digna de una película. Antes de que los reflectores iluminaran su rostro y su nombre resonara en las marquesinas, Luis Aguilar, "El Gallo Giro", forjó su carácter en las bravas aguas del mar, enfrentándose a la naturaleza indómita como pescador y cazador de tiburones. Imaginen la escena: un joven Luis Aguilar, curtido por el sol y la sal, luchando contra la fuerza bruta del océano, una experiencia que sin duda moldearía la tenacidad y el coraje que más tarde plasmaría en sus personajes.
Este dato, poco conocido para las nuevas generaciones, añade una capa fascinante a la figura ya legendaria de Luis Aguilar. No nació en un escenario, ni creció rodeado de cámaras y micrófonos. Su camino al estrellato fue un giro inesperado del destino, un golpe de suerte bañado en tequila, según cuenta la leyenda. De la mecánica de aviación, una profesión que denota precisión y disciplina, pasó a la imprevisibilidad del mundo del espectáculo, impulsado por el descubrimiento fortuito de su potente voz en una noche de fiesta. ¿Quién fue ese director visionario que supo reconocer el diamante en bruto escondido tras la bohemia? Un misterio que alimenta el mito y la curiosidad.
Su transformación de mecánico a ídolo de masas es un testimonio del poder del talento innato y la magia del cine. No necesitó años de formación actoral para conquistar al público. Su carisma, su autenticidad, su porte de charro auténtico, eran cualidades inherentes que la cámara supo captar y magnificar. De la noche a la mañana, el joven que reparaba aviones se convirtió en el galán que compartía pantalla con las divas más deslumbrantes de la época: María Félix, Miroslava Stern, figuras icónicas que contribuyeron a forjar su leyenda.
Si bien su nombre brilla con luz propia, es inevitable asociarlo a la constelación de estrellas que conformaban el firmamento del cine de oro mexicano. Junto a Pedro Infante, Jorge Negrete y Antonio Aguilar (con quien, curiosamente, no compartía lazos familiares a pesar del apellido), Luis Aguilar construyó la imagen del charro cinematográfico: valiente, galante, amante de la música y las tradiciones. "El Cantaclaro", película que lo catapultó a la fama en 1947, se convirtió en un referente del género ranchero, una obra que aún hoy evoca la nostalgia de una época dorada.
Sin embargo, la vida de Luis Aguilar no fue un camino de rosas. Como muchas estrellas que brillan con intensidad, se vio atrapado en la espiral de los excesos. El alcohol, ese compañero de fiestas y penas, se convirtió en un obstáculo en su carrera y en su vida personal. Su lucha contra la adicción, una batalla librada en la intimidad, ensombreció sus últimos años y lo alejó de los escenarios que lo habían consagrado.
La muerte de Luis Aguilar en 1997, a causa de un infarto, dejó un vacío en el corazón de quienes crecieron con sus películas y sus canciones. "El Gallo Giro", apodo que reflejaba su espíritu indomable, se apagó, pero su legado permanece vivo en la memoria colectiva. Sus más de 80 películas, sus innumerables canciones, son un tesoro cultural que nos permite recordar al charro de voz potente, al galán de sonrisa cautivadora, al hombre que, desde las profundidades del mar, llegó a conquistar la pantalla grande. Su historia, llena de contrastes y matices, es un recordatorio de que detrás de cada estrella, hay una vida llena de aventuras, triunfos y sombras.
Fuente: El Heraldo de México