La noche del lunes, la Ciudad de México se vio sometida a una prueba de fuego por lluvias torrenciales, de una intensidad que no se experimentaba desde 2017. Imaginen, una ciudad entera bajo un diluvio, el agua cayendo a cántaros, las calles convirtiéndose en ríos improvisados. La escena podría haber sido de caos y desesperación, pero la respuesta de la ciudad fue otra. El operativo Tlaloque 2025, activado por la Segiagua, demostró ser la armadura que la capital necesitaba ante la furia de la naturaleza. No se trató de una simple reacción, sino de una estrategia coordinada, un verdadero trabajo en equipo entre las 16 alcaldías y diversas dependencias del Gobierno de la Ciudad de México. Desde Protección Civil hasta la Secretaría de Seguridad Ciudadana, desde el C5 vigilando cada rincón hasta el Heroico Cuerpo de Bomberos listo para la acción, todos unidos en un frente común contra la adversidad. Incluso, la Conagua y la CAEM, instituciones federales y estatales, se sumaron a la batalla, demostrando que la colaboración interinstitucional es clave en momentos críticos.

Si bien en 2017, lluvias de similar intensidad provocaron cerca de 200 encharcamientos, esta vez la cifra se redujo a 76. Una diferencia abismal que habla por sí sola. Esto no es producto de la magia, sino del megadesazolve realizado en 270 kilómetros de vías rápidas y ejes viales. Una labor preventiva, silenciosa pero efectiva, que demuestra que la inversión en infraestructura y mantenimiento es fundamental para proteger a la ciudad.

Las lluvias, que alcanzaron hasta 70 milímetros de intensidad en algunas zonas, se concentraron principalmente en 13 alcaldías, desde Azcapotzalco hasta Xochimilco, poniendo a prueba la capacidad de respuesta del operativo. Y la respuesta fue contundente. En las primeras horas del martes, el 84% de los reportes ya habían sido atendidos. Imaginen la logística detrás de esta hazaña: más de 150 técnicos trabajando sin descanso, 50 unidades desplegadas por toda la ciudad, desde camiones hidroneumáticos hasta grúas, bombeando agua, despejando vías, llevando auxilio a donde se necesitaba.

El Viaducto Miguel Alemán, una de las arterias principales de la ciudad, se convirtió en un punto crítico. El agua, desbordando los respiraderos, amenazaba con paralizar la circulación. Pero el cárcamo de bombeo, operando a su máxima capacidad, desalojó 300 litros de agua por segundo, impidiendo un colapso mayor.

Iztapalapa, la alcaldía más poblada de la ciudad, fue también la más afectada, con 39 atenciones. La Calzada Ignacio Zaragoza, otra vía crucial, sufrió una anegación severa. Pero la respuesta no se hizo esperar. Más de diez plantas de bombeo trabajaron al límite, desalojando la impresionante cantidad de 45 mil 319 litros de agua por segundo. Para que se den una idea, eso equivale a llenar 4.5 pipas de 10 mil litros… ¡cada segundo! Una muestra del poder de la ingeniería y la dedicación de quienes trabajaron incansablemente para devolver la normalidad a la ciudad.

Ahora, mientras se realiza un censo para evaluar los daños y brindar apoyo a las familias afectadas, queda la certeza de que la Ciudad de México está preparada para enfrentar los desafíos que la naturaleza le impone. La solidaridad de su gente, la eficiencia de sus servicios y la visión de sus autoridades son las herramientas que le permiten resistir y salir adelante, incluso ante las lluvias más intensas. La lección aprendida es clara: la prevención y la coordinación son la clave para proteger a la ciudad y a sus habitantes.