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3 de junio de 2025 a las 10:29

Caos vial: inundación en Viaducto

La furia de Tláloc se desató sobre la Ciudad de México, convirtiendo las calles en ríos caudalosos y dejando a su paso una estela de caos y zozobra. Lo que comenzó como una lluvia vespertina, rápidamente se transformó en un diluvio implacable que puso a prueba la infraestructura de la capital y la paciencia de sus habitantes. El Viaducto, una de las arterias viales más importantes, se convirtió en una trampa para decenas de automovilistas que vieron cómo sus vehículos eran tragados por las aguas, convirtiéndose en islas metálicas en medio de la creciente inundación. La escena, dantesca, recordaba a una película de desastres naturales, con vehículos casi completamente sumergidos y personas atrapadas en su interior, esperando angustiosamente el rescate.

La rápida respuesta de los elementos de la Secretaría de Seguridad Ciudadana, en particular de la heroica Policía Ribereña, fue crucial para evitar una tragedia mayor. Con cuerdas, lanchas e incluso un UNIMOG, se adentraron en las aguas embravecidas para rescatar a los automovilistas varados. Imaginen la escena: la oscuridad de la noche, la lluvia incesante, el rugir del agua y la tensión en el aire mientras los rescatistas se abrían paso entre la corriente para llegar a los vehículos atrapados. Once vehículos en total fueron rescatados del bajo puente de Viaducto y Francisco del Paso y Troncoso, una muestra de la magnitud de la inundación y la eficiencia del operativo de rescate.

Más allá del Viaducto, el caos se extendía por toda la ciudad. El Observatorio Vial reportaba encharcamientos importantes en diversos puntos, convirtiendo el tránsito en una odisea. El desbordamiento del cárcamo de Viaducto Río Piedad, a la altura del Eje 3, agravó la situación, creando una inmensa laguna que paralizó la circulación. La imagen del agua desbordada, invadiendo las calles y avenidas, es un crudo recordatorio de la vulnerabilidad de la ciudad ante los embates de la naturaleza.

La lluvia implacable también dejó su huella en la colonia Roma, donde la barda de un domicilio en la calle de Durango, debilitada por la constante humedad, se desplomó, provocando una intensa movilización policiaca. Afortunadamente, no se registraron heridos, pero el incidente sirve como una alerta sobre los riesgos ocultos que pueden surgir durante las fuertes lluvias.

Ante este panorama, las autoridades recomiendan a la población tomar precauciones extremas. Evitar zonas inundadas, mantenerse informado a través de los canales oficiales y seguir las indicaciones de los cuerpos de emergencia son medidas cruciales para garantizar la seguridad. La solidaridad y la prudencia son fundamentales en momentos como estos, donde la fuerza de la naturaleza nos recuerda la importancia de estar preparados y unidos ante la adversidad.

La ciudad, herida pero no vencida, se levanta lentamente tras el diluvio. Las labores de limpieza y reparación comienzan, mientras se evalúan los daños y se buscan soluciones para prevenir futuras inundaciones. La experiencia vivida, sin duda, dejará una profunda huella en la memoria colectiva, recordándonos la importancia de respetar la fuerza de la naturaleza y la necesidad de invertir en infraestructura que pueda resistir los embates del clima.

Fuente: El Heraldo de México