La noche del lunes 2 de junio, la Ciudad de México se vio azotada por un intenso diluvio que transformó sus calles en ríos caudalosos. La furia de la naturaleza se desató con una fuerza implacable, dejando a su paso un panorama de caos e incertidumbre. El Viaducto, una de las arterias viales más importantes de la capital, se convirtió en una trampa acuática, con al menos una docena de vehículos sumergidos bajo las aguas, atrapando a sus ocupantes en una angustiosa espera.

Las imágenes que circularon en redes sociales eran impactantes. Automóviles casi completamente cubiertos por el agua, con sus luces parpadeando débilmente en la oscuridad, como un último grito de auxilio. La desesperación se palpaba en el aire, mientras las sirenas de los servicios de emergencia rompían el silencio de la noche. Elementos de la Secretaría de Seguridad Ciudadana, bomberos y equipos de rescate se desplegaron con celeridad, luchando contra reloj para liberar a las personas atrapadas en sus vehículos.

La escena del rescate fue dramática. Con el agua llegando casi hasta el cuello, los rescatistas utilizaron cuerdas, lanchas y un vehículo UNIMOG para acceder a los vehículos varados. La precisión y la coordinación eran fundamentales en cada movimiento, cada segundo contaba. La tensión era palpable, mientras los equipos de rescate trabajaban incansablemente para poner a salvo a los afectados. Cada persona rescatada representaba una victoria contra la furia de la naturaleza.

Pero el Viaducto no fue el único punto afectado. La Calzada Ignacio Zaragoza y La Balvanera también se vieron inundadas, repitiendo la escena de vehículos atrapados y servicios de emergencia trabajando a destajo. Encharcamientos importantes se registraron en Circuito Interior, tanto en dirección norte como sur, complicando aún más la circulación y generando un colapso vial en la ciudad.

Ante la magnitud de la emergencia, las autoridades se vieron obligadas a cortar la circulación en varios puntos, incluyendo Avenida Río Churubusco y Eje 1 Norte, en las inmediaciones del CETRAM Pantitlán. La ciudad parecía estar en un estado de sitio, con las principales vías de acceso convertidas en torrentes.

Más de 50 encharcamientos se reportaron en distintos puntos de la capital, principalmente en la alcaldía Iztapalapa, una de las zonas más vulnerables a las inundaciones. Ante la gravedad de la situación, se activó el Protocolo Metropolitano por parte de la Comisión Nacional del Agua (Conagua) y la Comisión del Agua del Estado de México (CAEM), para la operación del sistema de drenaje profundo, que se vio rebasado por la cantidad de agua, con una salida de 90 metros cúbicos por segundo.

La Secretaría de Gestión Integral del Agua (Segiagua) desplegó una fuerza operativa de más de 150 técnicos y 15 camiones hidroneumáticos, conocidos como vactors, además de equipos de bombeo tipo Hércules y de emergencia. La lucha contra el agua continuaba, en una batalla contra reloj para devolver la normalidad a la ciudad.

Esta noche quedará grabada en la memoria de los capitalinos como una muestra de la fuerza implacable de la naturaleza y la vulnerabilidad de la ciudad ante las intensas lluvias. Un recordatorio de la importancia de la prevención y la inversión en infraestructura para mitigar los efectos de estos fenómenos meteorológicos cada vez más frecuentes e intensos. Y también un testimonio de la valentía y la dedicación de los servicios de emergencia, que arriesgan sus vidas para proteger a la ciudadanía en momentos de crisis.