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3 de junio de 2025 a las 10:29
Alerta por tormenta: Iztapalapa, Xochimilco, Tláhuac y Tlalpan
La furia del agua se desató sobre la Ciudad de México la tarde y noche del 2 de junio, dejando a su paso un panorama de calles convertidas en ríos, vehículos varados y la angustia palpable en los rostros de los capitalinos. Las intensas precipitaciones, que se prolongaron por horas, desbordaron la capacidad del sistema de drenaje, provocando importantes encharcamientos e inundaciones, principalmente en las delegaciones del oriente y sur de la metrópoli. Iztapalapa, una vez más, se convirtió en el epicentro de la emergencia, con 34 de los 53 reportes de encharcamientos registrados en toda la ciudad. Las imágenes que circularon en redes sociales mostraban la magnitud del problema: calles inundadas hasta la altura de las rodillas, automóviles atrapados en medio de la corriente y vecinos desesperados buscando refugio en las zonas más altas.
Ante la gravedad de la situación, la Secretaría de Gestión Integral del Agua (SGIA) activó de inmediato el Operativo Tlaloque, un despliegue estratégico de recursos humanos y técnicos para atender la emergencia. Más de 150 técnicos se lanzaron a las calles, equipados con una arsenal tecnológico contra la inundación: 15 camiones hidroneumáticos, cuatro poderosos equipos de bombeo tipo Hércules, capaces de succionar miles de litros de agua por minuto, 14 equipos de bombeo de emergencia para las zonas más críticas, 22 cajas secas para el traslado de materiales y tres grúas tipo Hiab para remover obstáculos y vehículos varados. Una verdadera fuerza de tarea contra la furia del agua.
La magnitud de la contingencia requirió la activación del Protocolo Metropolitano, una muestra de la necesaria colaboración interinstitucional en momentos de crisis. En una sinergia vital, la Comisión Nacional del Agua (CONAGUA) y la Comisión del Agua del Estado de México (CAEM) unieron fuerzas con la SGIA, logrando la operación del sistema de drenaje profundo a su máxima capacidad, con una impresionante salida de 90 metros cúbicos de agua por segundo. Una maniobra crucial para evitar un colapso mayor del sistema de drenaje.
Pero más allá de las cifras y las estrategias técnicas, lo que realmente conmovió a la ciudad fue la solidaridad y el heroísmo de los cuerpos de rescate. Elementos del Heroico Cuerpo de Bomberos y de la Secretaría de Seguridad Ciudadana (SSC) se convirtieron en ángeles guardianes para los ciudadanos atrapados por las inclemencias del tiempo. Desde dirigir el tránsito en medio del caos, hasta empujar vehículos varados y cargar en sus espaldas a quienes no podían avanzar por las inundadas calles, su labor fue invaluable. En Iztapalapa, Tláhuac, Xochimilco y Tlalpan, donde la situación se reportó más crítica, su presencia fue un bálsamo en medio de la tormenta.
Las lluvias, aunque inevitables, nos recuerdan la vulnerabilidad de la ciudad ante los embates de la naturaleza y la importancia de la prevención y la respuesta coordinada. También nos muestran el lado más humano de la capital, donde la solidaridad y el espíritu de servicio se imponen ante la adversidad. La pregunta que queda en el aire es: ¿qué medidas se tomarán para evitar que estas escenas se repitan en el futuro? ¿Estamos preparados para enfrentar las lluvias torrenciales que, con el cambio climático, parecen ser cada vez más frecuentes e intensas?
Fuente: El Heraldo de México