El eco de las urnas aún resuena en México. Un hito histórico se ha escrito en las páginas de nuestra democracia: la elección popular del Poder Judicial. Más allá de las cifras, que pronto conoceremos en su totalidad, se palpa en el ambiente la magnitud de este acontecimiento. Una jornada ejemplar, marcada por la participación ciudadana y el entusiasmo, a pesar de los infundados llamados al abstencionismo por parte de una oposición que, tras el falso pretexto de "defender al Poder Judicial", busca aferrarse a los privilegios de un sistema obsoleto y opaco.

Esta elección no se trata simplemente de un cambio de nombres, sino de una transformación profunda. Es la semilla de un Poder Judicial cercano a la gente, transparente, honesto y verdaderamente independiente, no de los otros poderes, sino de las influencias oscuras que por tanto tiempo han manipulado la justicia en beneficio propio. Un Poder Judicial que deja de ser un coto cerrado de élites y se convierte en un instrumento al servicio del pueblo.

La Presidenta Claudia Sheinbaum lo ha definido como un parteaguas, y no podría ser más acertado. El pueblo, con su voto, ha decidido quiénes integrarán la Suprema Corte de Justicia de la Nación, el Tribunal de Disciplina Judicial, la Sala Superior del Tribunal Electoral, sus Salas Regionales, los Tribunales de Circuito y los Juzgados de Distrito. Una decisión emanada directamente de la ciudadanía, sin la intervención del Ejecutivo ni del Legislativo.

Recordemos el panorama anterior: un sistema judicial plagado de influyentismo, donde las puertas giratorias entre despachos privados y juzgados eran la norma, con sueldos exorbitantes que contrastaban con la falta de acceso a una defensa digna para millones de mexicanos. Esta elección es un paso firme hacia la democratización de la justicia, para que deje de ser un privilegio y se convierta en un derecho accesible para todos.

El primero de junio, México dio un ejemplo de civismo y participación. Un pueblo que, con memoria y esperanza, se levanta para construir un futuro mejor. Una respuesta contundente a una oposición desgastada, sin argumentos válidos frente a un pueblo que ha despertado y que exige un cambio real.

Esta elección no es el punto final, sino el inicio de un camino. El comienzo de una transformación profunda en uno de los pilares de nuestro sistema democrático. Con el voto libre como herramienta, México construye un Poder Judicial del pueblo y para el pueblo. Un Poder Judicial que garantice la justicia para todos, sin distinción. Un Poder Judicial que responda a las necesidades de la sociedad y que sea un baluarte de la democracia. Un Poder Judicial que, en definitiva, esté a la altura de la historia que hoy comenzamos a escribir.

El futuro se construye con la participación de todos, y este es solo el primer paso hacia un México más justo y democrático. La tarea no termina aquí; es un compromiso continuo que exige la vigilancia y el esfuerzo de todos para consolidar los avances logrados y seguir construyendo el país que soñamos.