La irrupción de la Inteligencia Artificial (IA) en el panorama laboral no es una mera anécdota, sino una transformación profunda que nos obliga a repensar el futuro del trabajo. El Foro Económico Mundial (WEF) ha puesto el dedo en la llaga: la tecnología, junto con los vaivenes económicos y demográficos, está redibujando el mercado laboral a una velocidad vertiginosa. Si bien se vislumbra un aumento en la demanda de perfiles tecnológicos especializados en IA, macrodatos, ciberseguridad y demás, la otra cara de la moneda presenta un desafío ineludible: la posible automatización de puestos de trabajo que hasta ahora dependían del factor humano.

La Organización Internacional del Trabajo (OIT) distingue dos vertientes en la aplicación de la IA en el entorno laboral. Por un lado, la IA como herramienta complementaria, que potencia las capacidades de los trabajadores. Por otro, la “gestión algorítmica”, donde los algoritmos asumen funciones previamente realizadas por personas. Es crucial entender que la automatización no implica necesariamente la destrucción de empleos. La clave reside en la integración de la tecnología en los procesos de trabajo. Si se implementa correctamente, la IA puede liberar a los trabajadores de tareas repetitivas y tediosas, permitiéndoles enfocarse en actividades que requieren creatividad, pensamiento crítico y habilidades interpersonales.

Sin embargo, las advertencias de expertos como Dario Amodei, CEO de Anthropic, nos obligan a mantener una dosis de realismo. Si bien en la actualidad la IA se utiliza principalmente para aumentar la productividad, Amodei prevé un cambio de paradigma en los próximos años. Su pronóstico, que estima la desaparición de casi la mitad de los puestos de trabajo de nivel básico en Estados Unidos en un lustro, no puede ser ignorado. Un incremento del desempleo de entre el 10% y el 20% tendría consecuencias devastadoras, no solo a nivel económico, sino también social y político. La pérdida masiva de empleos podría exacerbar la desigualdad y poner en jaque la estabilidad democrática.

Amodei, quien junto a Sam Altman fundó OpenAI y participó en los primeros pasos de ChatGPT, hace un llamado a la honestidad. Insta a las empresas de IA y a los gobiernos a dejar de “endulzar” la situación y a afrontar la realidad de la posible desaparición masiva de puestos de trabajo, incluso en sectores tradicionalmente considerados seguros, como la tecnología, las finanzas, el derecho y la consultoría.

Este escenario plantea interrogantes cruciales. ¿Estamos preparados para una transformación de tal magnitud? ¿Cómo podemos mitigar el impacto negativo de la automatización y asegurar una transición justa para los trabajadores? La formación y la recualificación profesional se convierten en piezas clave para dotar a las personas de las habilidades necesarias para navegar en este nuevo panorama laboral. Además, es fundamental fomentar el diálogo social y la colaboración entre gobiernos, empresas y trabajadores para encontrar soluciones que permitan aprovechar las oportunidades que ofrece la IA, minimizando al mismo tiempo sus riesgos. El futuro del trabajo está en juego, y la responsabilidad de construirlo de manera equitativa y sostenible es de todos. No podemos permitirnos ignorar las señales de alerta. Debemos actuar con prontitud y determinación para asegurar un futuro laboral digno y próspero para todos.