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2 de junio de 2025 a las 04:00
¿Dónde está Hugo Arath?
La angustia se palpa en el aire. Diecinueve días. Diecinueve largos días sin rastro de Hugo Arath Zamarrón Palomino, un joven de 25 años cuya desaparición ha sumido a su familia, y en particular a su madre, en un torbellino de incertidumbre y desesperación. Desde aquel fatídico 6 de mayo de 2025, cuando Hugo salió de su casa en Villas del Carrizalejo, Nuevo León, tras una discusión con su pareja, el silencio se ha vuelto ensordecedor. Un silencio que grita la ausencia, la incógnita, el miedo a lo desconocido.
La Agencia Estatal de Investigaciones (AEI) ha activado la ficha de búsqueda oficial, un documento frío que contrasta con el ardor en el corazón de una madre que busca a su hijo. Cada línea de la ficha describe los rasgos físicos de Hugo, como si se tratara de un rompecabezas que alguien debe armar para devolverlo a casa: su estatura, su complexión, el color de sus ojos… detalles que ahora se convierten en señales de esperanza, en pistas que podrían conducir a su paradero.
Pero más allá de los datos oficiales, es el desgarrador testimonio de su madre el que realmente conmueve. Un mensaje lanzado a las redes sociales, un grito desesperado en la inmensidad digital, una súplica que nace del amor más profundo: "Hoy vengo con el corazón en la mano, con el dolor más grande que he podido sentir… mi hijo está desaparecido". Palabras que retumban en el alma, que nos recuerdan la fragilidad de la vida y la fuerza inconmensurable del amor materno.
La madre de Hugo relata con precisión los detalles de aquella noche: la discusión con su pareja, la salida precipitada de casa en la madrugada, la ropa que llevaba puesta: un pantalón de mezclilla azul claro y tenis media bota azul marino de la marca Fila. Detalles aparentemente insignificantes que ahora cobran una importancia vital, fragmentos de una historia inconclusa que espera ser escrita con un final feliz.
Y es que la esperanza, a pesar de todo, se aferra a la posibilidad de que Hugo simplemente haya necesitado un tiempo a solas, un respiro de la rutina. "Queremos pensar que solo se fue porque se le hizo fácil y anda disfrutando de la vida", confiesa su madre, aferrándose a la idea de que su hijo volverá pronto, de que ese silencio será roto por una llamada, un mensaje, una señal de vida.
La incertidumbre, sin embargo, carcome la tranquilidad de la familia. La falta de comunicación es precisamente lo que más les preocupa. "Siempre avisa", asegura su madre, dejando entrever la angustia que genera la ruptura de esa costumbre, de ese vínculo invisible que los mantenía unidos.
La búsqueda continúa. La familia, las autoridades y la sociedad en su conjunto se unen en un esfuerzo colectivo para encontrar a Hugo. Cada compartir en redes sociales, cada llamada a la línea de información, cada cartel pegado en las calles, representa una luz de esperanza en medio de la oscuridad. La solidaridad se convierte en un bálsamo para el alma de una madre que se niega a rendirse, que seguirá buscando a su hijo hasta encontrarlo.
Porque el amor de una madre no conoce límites, no se agota, no se desvanece. Es una fuerza imparable que mueve montañas, que desafía la adversidad y que se mantiene firme ante la incertidumbre. Y en esta búsqueda desesperada, en esta lucha contra el tiempo, la esperanza se convierte en el motor que impulsa a seguir adelante, a no perder la fe, a creer que Hugo volverá a casa.
Fuente: El Heraldo de México