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2 de junio de 2025 a las 09:10

Domina tus Grupos

La ubicuidad de WhatsApp en nuestras vidas es innegable. Formamos parte de una intrincada red de grupos, desde la familiar y vecinal hasta la profesional y social. Cada grupo es un microcosmos, un reflejo de la sociedad en miniatura, con sus personajes característicos. Están los hiperactivos, cuya vida parece girar en torno a las notificaciones; los silenciosos, cuya presencia virtual es casi fantasmal; los polémicos, siempre dispuestos a encender la mecha de la discusión; y los sabelotodo, con opiniones sobre cualquier tema imaginable, desde la geopolítica hasta el último chisme de la farándula.

Esta dinámica se intensifica, alcanza un nuevo nivel, durante los periodos electorales. WhatsApp se convierte en un campo de batalla, donde se libra una guerra sin cuartel a base de memes, noticias (a veces falsas, a veces verdaderas, a veces manipuladas), caricaturas y opiniones incendiarias. El ingenio se agudiza, la ironía se afila y el sarcasmo se convierte en el arma predilecta. Las acusaciones de "ignorante", "idiota", "mercenario", "corrupto" vuelan de un lado a otro, en una espiral de descalificaciones que a menudo roza el insulto.

Lo curioso, y a la vez preocupante, es la volatilidad de las opiniones. Los que ayer defendían a capa y espada una institución, hoy la denostan con la misma vehemencia. Los que antes promovían la participación ciudadana, ahora la consideran una farsa. Pareciera que la verdad es maleable, adaptable a las circunstancias, a las conveniencias políticas del momento. ¿Dónde queda la coherencia? ¿Dónde queda la convicción? ¿Se trata de una genuina evolución ideológica o simplemente de un oportunismo disfrazado de indignación?

Este fenómeno refleja la inmadurez de nuestra democracia. Un sistema aún en construcción, vulnerable a la manipulación, a la polarización. Algunos sitúan el inicio de esta democracia en la pérdida de la mayoría priista en el Congreso; otros, en el triunfo de Fox en el 2000; y otros más, en la victoria de la izquierda en 2018. Independientemente del momento que se considere como punto de partida, lo cierto es que el camino hacia una democracia sólida y madura es largo y complejo.

Y en este camino, el conformismo ciudadano y la ambición desmedida de algunos políticos se convierten en obstáculos importantes. No se trata de resignarse, de aceptar la realidad tal como es. Al contrario, se trata de exigir más, de participar activamente, de informarse, de cuestionar. La construcción de un México mejor es una tarea colectiva, una responsabilidad compartida.

La anécdota del priista en la plaza comercial, con su comentario sobre el cambio en la designación de los jueces, ilustra a la perfección cómo el poder se transforma, se adapta, se perpetúa. Las reglas del juego cambian, pero el juego sigue siendo el mismo. Y en este juego, la ciudadanía tiene un papel fundamental. No se trata solo de observar desde la barrera, sino de participar activamente, de exigir transparencia, de rendición de cuentas. El futuro de nuestra democracia depende, en gran medida, de nuestra capacidad para superar el conformismo y construir una sociedad más justa y equitativa. El WhatsApp, con sus luces y sus sombras, se convierte en un reflejo de este proceso, un escenario donde se libra la batalla por la opinión pública, donde se construyen y se destruyen narrativas, donde se define, en última instancia, el rumbo de nuestro país.

Fuente: El Heraldo de México