La tragedia encendió las calles de Tehuacán la noche del sábado. Un hombre, un rostro familiar en los cruceros, un artista callejero que danzaba con el fuego, se convirtió en víctima de su propio espectáculo. La gasolina, su herramienta de trabajo, se transformó en un torrente de llamas que lo envolvió, dejando a su paso el silencio atónito de los testigos y el olor acre a combustible quemado.

Este hombre, de aproximadamente 30 años, aún sin identificar, formaba parte del paisaje urbano. Su silueta, recortada contra el resplandor de las llamas, era un elemento habitual en las esquinas de Tehuacán. Vecinos lo describen como una persona con problemas de adicción, alguien que luchaba por sobrevivir en la calle, buscando en el fuego una forma de ganarse la vida. Un artista anónimo, un malabarista de la necesidad, cuyo escenario era el asfalto y su público, los conductores detenidos en los semáforos.

La esquina de 2 Poniente y Héroe de Nacozari, habitualmente escenario de su performance, se convirtió en el lugar de un accidente que ha conmocionado a la comunidad. Según los testimonios recogidos, un movimiento en falso, un descuido fatal, provocó que la gasolina que utilizaba para su acto se derramara sobre su cuerpo. Al intentar escupir el combustible hacia la llama, como lo hacía habitualmente, el fuego se propagó rápidamente, envolviéndolo en un manto de llamas.

La rápida intervención de Protección Civil fue crucial. Los paramédicos llegaron al lugar y le brindaron los primeros auxilios, estabilizándolo antes de trasladarlo a un hospital cercano. Allí, el hombre lucha contra las graves quemaduras que sufrió en todo su cuerpo. Hasta el momento, no se ha dado a conocer ninguna actualización sobre su estado de salud, lo que mantiene en vilo a la comunidad.

Este lamentable suceso nos invita a reflexionar sobre la precariedad en la que viven muchas personas en situación de calle, obligadas a realizar actividades peligrosas para subsistir. La historia de este hombre nos recuerda la importancia de brindar apoyo a quienes se encuentran en situación de vulnerabilidad, ofreciéndoles alternativas que les permitan salir adelante sin poner en riesgo su vida.

El arte del tragafuegos, una disciplina que combina destreza, control y un profundo conocimiento del fuego, requiere de una formación rigurosa y de estrictas medidas de seguridad. No se trata simplemente de escupir combustible hacia una llama, sino de un proceso complejo que implica el uso de combustibles específicos, no tóxicos y de baja volatilidad, como la parafina o el aceite de lámpara. Además, se deben seguir protocolos de seguridad específicos para minimizar los riesgos. Lo que para muchos puede parecer un simple truco callejero, es en realidad una disciplina artística que exige dedicación, entrenamiento y un profundo respeto por el elemento con el que se trabaja: el fuego. Este accidente nos recuerda la importancia de no improvisar con elementos peligrosos y la necesidad de buscar la profesionalización en cualquier actividad que implique riesgos para la salud y la integridad física. El arte del fuego, en manos inexpertas, puede convertirse en una tragedia.