El rugido del océano se anticipa, una vez más, con la llegada de la temporada de ciclones del Atlántico. Este año, la amenaza se cierne con una intensidad inusual, proyectando un escenario de hasta 10 huracanes y 19 tormentas con nombre, cifras que superan el promedio histórico y encienden las alarmas ante la creciente temperatura de nuestras aguas. Este panorama, de por sí preocupante, se ve agravado por la polémica desatada en Estados Unidos a raíz de los recortes presupuestarios a organismos cruciales en la gestión del clima y las emergencias. Un debate candente que pone en tela de juicio la preparación y capacidad de respuesta ante la furia de la naturaleza.

Del 1 de junio al 30 de noviembre, la incertidumbre se adueñará del horizonte. De acuerdo con la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica (NOAA), se espera la formación de entre seis y diez huracanes, de los cuales entre tres y cinco podrían alcanzar las devastadoras categorías tres, cuatro o cinco en la escala Saffir-Simpson. A esta amenaza se suman entre 13 y 19 tormentas con nombre, cada una con vientos capaces de superar los 62 kilómetros por hora, una fuerza capaz de sembrar el caos y la destrucción a su paso. Andrea, Barry, Chantal, Dexter, Erin… nombres que resonarán en los noticieros, cada uno representando una potencial tragedia.

Gladys Rubio, meteoróloga del Centro Nacional de Huracanes (NHC), ha confirmado la sombría predicción: nos espera una temporada más activa de lo normal, una tendencia que lamentablemente venimos observando en los últimos años. “Cada año tenemos un poco más de ciclones tropicales”, advierte, haciendo un llamado a la preparación, especialmente a los habitantes de las zonas más vulnerables: Florida, la costa del Golfo de México, el Mar Caribe, México… Regiones que históricamente han sufrido el embate de estos fenómenos y que deben estar listas para enfrentar la inminente amenaza.

Pero, ¿cuál es la causa de este incremento en la actividad ciclónica? La respuesta, según los expertos, radica en el calentamiento de los océanos, un fenómeno que, sumado a la neutralidad de El Niño y la posibilidad de un monzón más activo en África occidental –generador de ondas tropicales–, crea un cóctel explosivo que alimenta la formación de estos gigantes meteorológicos.

El Centro de Ciencias de la Atmósfera (CCA) de la UNAM ha delineado el mapa de la vulnerabilidad en México. Si bien prácticamente todos los estados costeros se encuentran en riesgo, Baja California Sur, Sinaloa, Oaxaca, Guerrero, Michoacán y Jalisco se perfilan como los puntos más susceptibles a los impactos, especialmente durante los meses de septiembre y octubre, cuando la actividad ciclónica en el Pacífico alcanza su punto álgido. En el Atlántico, la amenaza se concentra en Quintana Roo, Veracruz y Tamaulipas, principalmente entre agosto y octubre.

Ante este panorama, la preparación no es una opción, sino una necesidad. Informarse a través de fuentes confiables, tener un plan de emergencia, asegurar las viviendas y seguir las indicaciones de las autoridades son medidas cruciales para mitigar los riesgos y proteger la vida y los bienes. La temporada de ciclones ha comenzado, y la responsabilidad de estar preparados recae en cada uno de nosotros.