
1 de junio de 2025 a las 09:15
México: ¿Sin ley?
La historia del narcotráfico en México es una larga y compleja trama tejida con hilos de corrupción, violencia y poder. Desde el siglo XIX, como documenta Guillermo Valdés Castellanos, gobiernos estatales y federales han estado involucrados en el negocio de los estupefacientes, encontrando en los narcotraficantes aliados convenientes, aunque peligrosos. Esta alianza, otrora discreta y manejada en las sombras, ha evolucionado, transformándose en una amenaza palpable para la soberanía del Estado.
Mucho se habla de la "guerra de Calderón" contra el narco, pero ¿fue realmente el inicio del conflicto? La violencia se exacerbó en los sexenios posteriores, especialmente durante el gobierno de López Obrador, superando con creces las cifras de la administración Calderón. ¿Acaso la retórica de la "guerra de Calderón" no fue más que una estrategia política para allanar el camino al poder del PRD-Morena? La propuesta de "abrazos, no balazos" planteada por López Obrador, ¿fue en realidad una invitación al narco a integrarse a la clase política dominante? Esta nueva forma de relación, lejos de la discreción del pasado, se exhibe con una audacia inusitada.
Anteriormente, la relación entre política y narcotráfico, si bien reprobable, era considerada funcional a los intereses de los regímenes en turno. Se manejaba con cautela, a través de intermediarios, limitada a las cúpulas políticas. Era un secreto a voces, un pacto vergonzante que se mantenía oculto al público. Existían "razones de Estado" que justificaban estas alianzas, como la financiación de guerras en Centroamérica durante el gobierno de Miguel de la Madrid, con la CIA intercambiando armas por drogas, o la producción de morfina para las Guerras Mundiales, incluso la provisión de opio para los trabajadores chinos en la construcción del ferrocarril en Estados Unidos.
Familias mexicanas, involucradas en la producción de opio y marihuana, aprendieron el oficio y lo convirtieron en un lucrativo negocio, con la participación de gobernadores de estados fronterizos. Con el tiempo, el negocio quedó en manos mexicanas, surgiendo cárteles regionales que controlaban las rutas del Pacífico y el Atlántico, con Estados Unidos como principal mercado.
A partir de los años ochenta, la transnacionalización del narcotráfico marcó un punto de inflexión. Los cárteles, enriquecidos, ya no aceptaban la subordinación a los políticos. El magnicidio de Luis Donaldo Colosio fue una señal inequívoca: el gobierno perdía el control, aunque la orden del asesinato pudiera haber provenido de sus propias filas.
El sexenio de Calderón representó el último intento del Estado por retomar el control, apostando por el poderío de las Fuerzas Armadas, pero sin éxito. Peña Nieto, sin una estrategia clara, cedió terreno, mientras la violencia se disparaba. López Obrador, en un movimiento audaz, optó por la alianza abierta con los cárteles, instando a su partido a seguir el ejemplo. El narcotráfico, envalentonado, desató una ola de violencia para consolidar su poder territorial.
¿Ha sido rebasado el Estado por el narcotráfico? No completamente, pero el control es precario. Los operativos de Omar García Harfuch son un intento por restaurar el orden, pero hechos como el asesinato de colaboradores de Clara Brugada y las masacres de militares en Jalisco y Michoacán demuestran la fragilidad de estos avances. Mientras la alianza entre cárteles y la clase política persista, el Estado seguirá en una posición vulnerable, a merced de los intereses del crimen organizado. El futuro de México depende de la ruptura de este nexo perverso.
POR RICARDO PASCOE
COLABORADOR
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@rpascoep
MAAZ
Fuente: El Heraldo de México