El domingo se perfila como un escenario de alta tensión política, un verdadero choque de titanes donde la 4T y la oposición librarán una batalla sin cuartel por el control de la narrativa en torno a la elección judicial. Ambas facciones buscarán imponer su visión de lo que este proceso significa para el futuro de México, una lucha que se extenderá mucho más allá de las urnas.

Por un lado, el régimen defenderá a capa y espada la supuesta pureza y transparencia de la elección de ministros, magistrados y jueces. Se esforzarán por pintar un cuadro idílico, presentando el proceso como un modelo de democracia a nivel mundial. Intentarán minimizar cualquier irregularidad, como el escandaloso robo de más de 130 mil boletas electorales en Chiapas, atribuyéndolas a las maquinaciones de la omnipresente "derecha", ese enemigo nebuloso al que se le culpa de todos los males. Independientemente del nivel de participación ciudadana, la consigna será declarar la elección un éxito rotundo, una victoria aplastante para la democracia. El objetivo final es claro: legitimar el proceso a toda costa, blindarlo contra cualquier cuestionamiento. Incluso, la presidenta Sheinbaum cerrará la jornada con un mensaje a la nación, un discurso que buscará sellar la narrativa oficial y acallar el triunfo del régimen.

Del otro lado del ring, la oposición se prepara para una ofensiva sin tregua. Su misión: desacreditar la elección judicial, exponiendo las supuestas irregularidades y maniobras que, según ellos, han mancillado el proceso. Denunciarán la compra de votos, el acarreo de votantes, el reparto de dádivas y todas las artimañas que, afirman, son el sello distintivo de la 4T. Brigadas de ciudadanos, activistas y representantes de los partidos de oposición se desplegarán por todo el país, convertidos en "cazamapaches" digitales, documentando y transmitiendo en tiempo real cualquier anomalía que detecten. Su meta es clara: presentar la jornada electoral como un fracaso estrepitoso, un atentado contra la democracia que ponga en entredicho la legitimidad del proceso.

Independientemente de quién logre imponer su narrativa, la elección judicial ha reabierto viejas heridas y profundizado la polarización política. Tras un breve periodo de relativa calma al inicio del mandato de Sheinbaum, el debate sobre la reforma judicial ha vuelto a encender los ánimos, reavivando la confrontación entre los bandos opuestos. La presidenta se enfrenta a un dilema crucial: ¿buscará la reconciliación, impulsando una "operación cicatriz" que suture las divisiones? ¿O se resignará a gobernar en un clima de permanente polarización, alimentando el fuego de la discordia? El futuro del país pende de un hilo, y la decisión de Sheinbaum marcará el rumbo de los próximos años.

Mientras tanto, otras batallas electorales se libran en Durango y Veracruz, donde se eligen alcaldes. En Durango, Esteban Villegas se juega su futuro político, consciente de que una derrota podría alejarlo de su partido, el PRI, y cerrar las puertas a una eventual migración a Morena. La jornada electoral de este domingo es un microcosmos de la compleja realidad política mexicana, un escenario donde se entrelazan ambiciones personales, pugnas ideológicas y la eterna lucha por el poder.