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2 de junio de 2025 a las 02:10

Caos en Viaducto: Pipa atascada

La tarde de este jueves, el corazón de la Roma palpitó al ritmo de las sirenas. Un gigante de acero, portador de una carga inflamable, se convirtió en el protagonista de una escena que paralizó la respiración de la ciudad: una pipa, con más de 41 mil litros de combustible en sus entrañas, quedó atrapada bajo el puente de Viaducto y Chilpancingo. Imaginen la tensión, la fragilidad de la situación, un monstruo de metal aprisionado bajo el cemento, con el latente peligro de un incendio de magnitudes catastróficas.

Eran aproximadamente las 15:30 horas cuando la mole intentó desafiar las dimensiones del bajopuente. El resultado, un atasco que no solo bloqueó el paso, sino que desató una ola de preocupación que se extendió rápidamente por la capital. Más de 40 valientes, un ejército de bomberos, rescatistas y personal de protección civil, acudieron al llamado de auxilio. Con la precisión de cirujanos y la cautela de quien manipula explosivos, iniciaron las labores de rescate. Cada movimiento, cada decisión, era crucial. Un error, un mínimo descuido, podría desencadenar una tragedia.

Mientras las maniobras se llevaban a cabo, la ciudad contenía el aliento. La circulación, como la sangre en un cuerpo conmocionado, se ralentizó. Un carril de Viaducto, con dirección al oriente, se habilitó para permitir el flujo vehicular, pero la arteria principal, la que bombea vida hacia el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, permanecía constreñida. La imagen era impactante: el coloso de acero, inamovible, rodeado por un enjambre de luces y uniformes, mientras la ciudad, a su alrededor, intentaba seguir su ritmo.

Las horas transcurrían y la tensión no disminuía. El Observatorio Vial de la Secretaría de Seguridad Ciudadana, vigilante y atento, sugería a los conductores utilizar las laterales del Viaducto como alternativa. Una vía de escape, un respiro para una ciudad que esperaba con ansias la liberación del gigante atrapado.

Este incidente nos recuerda la fragilidad de nuestra cotidianidad, cómo un imprevisto puede alterar el ritmo de una ciudad entera. Nos muestra la importancia de la prevención, del respeto a las normas de tránsito, y sobre todo, la valentía y profesionalismo de quienes arriesgan sus vidas para protegernos. Nos recuerda que la ciudad, como un organismo vivo, es vulnerable, pero también resiliente, capaz de adaptarse y superar las adversidades. Ahora, más que nunca, debemos valorar la labor de quienes trabajan incansablemente para mantener nuestra seguridad, y aprender de cada experiencia para construir una ciudad más segura y preparada para el futuro. ¿Qué medidas cree usted que se podrían implementar para evitar este tipo de incidentes? Comparta su opinión en los comentarios.

Fuente: El Heraldo de México