La tragedia que ha enlutado a Fraile Pintado, Jujuy, con el brutal feminicidio de Tamara Fierro, de tan solo 29 años, nos golpea con la crudeza de una realidad que se repite con demasiada frecuencia. Una joven vida truncada, una hija de dos años que crecerá sin su madre, una comunidad conmocionada y un país que una vez más se pregunta: ¿hasta cuándo?

El hallazgo del cuerpo de Tamara en un basurero, con signos de violencia extrema, no solo confirma la barbarie del crimen, sino que también expone las profundas fallas de un sistema que no logra proteger a las mujeres. La imputación de Jairo Guerrero, alias Diego Castro, y de Esteban Pérez por encubrimiento agravado, es solo el primer paso en un largo camino hacia la justicia. Un camino que debe recorrerse con la celeridad y la transparencia que este caso exige, y que debe culminar con la condena ejemplar de todos los responsables.

La indignación y el dolor que recorren las calles de Fraile Pintado son el reflejo de una sociedad harta de la violencia machista. Las manifestaciones, que claman por justicia para Tamara, se suman a las voces que exigen un cambio profundo, un compromiso real del Estado para erradicar esta plaga que nos arrebata a nuestras madres, hijas, hermanas y amigas.

La voz de la cantante Cazzu, nacida en Fraile Pintado, se ha unido al clamor popular, amplificando el reclamo a través de sus redes sociales. Su denuncia de la represión policial contra los manifestantes pone en evidencia la doble victimización que sufren las mujeres: primero la violencia machista, luego la violencia institucional. "¿Quién dio la orden? ¿Por qué lo hizo?", pregunta Cazzu, señalando la complicidad de un sistema que no solo falla en proteger a las mujeres, sino que además reprime a quienes exigen justicia.

El intento de suicidio de uno de los imputados y las sospechas de vínculos con organizaciones criminales añaden una capa de complejidad a este caso, revelando la oscura trama que se esconde detrás del feminicidio de Tamara. Es fundamental que la investigación profundice en estas conexiones para desmantelar las redes criminales que operan en la región y que contribuyen a la perpetuación de la violencia contra las mujeres.

La provincia de Jujuy, como tantas otras en Argentina, se encuentra sumida en una profunda crisis en materia de violencia de género. El caso de Tamara Fierro se suma a una alarmante lista de feminicidios ocurridos en el mes de mayo, como el de Angelina Gonzales, de 15 años, y el de Paola Vargas, de 37. Estos nombres, que se graban a fuego en nuestra memoria colectiva, nos recuerdan la urgencia de implementar políticas públicas efectivas que garanticen la seguridad y la protección de las mujeres.

Las colectivas feministas, que han estado en la primera línea de lucha contra la violencia machista, denuncian la inacción del Estado y la complicidad de las fuerzas de seguridad. Señalan la falta de respuesta ante las denuncias, la desestimación de los casos y la impunidad que ampara a los agresores. Es imperativo que se escuchen sus voces, que se tomen en serio sus reclamos y que se implementen las medidas necesarias para prevenir y erradicar la violencia de género.

La muerte de Tamara Fierro no puede quedar impune. Su nombre debe ser un grito de guerra, un llamado a la acción para construir una sociedad más justa e igualitaria, donde las mujeres puedan vivir libres y seguras. La lucha por la justicia para Tamara es la lucha por todas las mujeres. No nos callaremos hasta que todas sean libres.