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31 de mayo de 2025 a las 09:10

Domina la historia, domina el mundo.

La Revolución Cubana de 1959 no solo transformó el panorama político de Latinoamérica, sino que también reconfiguró el debate intelectual sobre la identidad regional. Antes de este evento crucial, las discusiones se centraban en el humanismo literario, con figuras como José Martí, Rubén Darío y José Enrique Rodó como faros intelectuales. Sus obras exploraban la esencia del ser latinoamericano, ahondando en la poesía, la historia y la filosofía para construir una identidad propia, alejada de la influencia europea. Imaginen tertulias literarias, debates apasionados sobre la modernidad y la tradición, la búsqueda de una voz única en el concierto de las naciones.

Sin embargo, tras el triunfo de la revolución, el foco se desplazó hacia una izquierda más militante. Autores como Ángel Rama, Roberto Fernández Retamar y Eduardo Galeano, imbuidos del fervor revolucionario, analizaron la realidad latinoamericana a través de la lente del marxismo, la dependencia económica y la lucha de clases. La literatura se convirtió en un arma, en una herramienta para la concientización y la movilización social. Las universidades se transformaron en hervideros de ideas, donde estudiantes y profesores debatían apasionadamente sobre el futuro de la región.

En las últimas décadas, una nueva generación de historiadores ha emergido, dispuesta a revisar las narrativas simplistas de la Guerra Fría. Investigadores como Rafael Rojas, con su meticulosa labor, desentrañan las complejidades del pensamiento latinoamericano, rescatando del olvido debates cruciales y matizando las interpretaciones dogmáticas del pasado. Su obra, "La historia como arma", se erige como un testimonio de este esfuerzo, revelando las tensiones y contradicciones que marcaron la época.

Rojas nos invita a un viaje fascinante a través del tiempo, explorando las discusiones sobre el populismo cívico, el latinoamericanismo soviético y la influencia de la Revolución Cubana en el pensamiento intelectual. Su prosa ágil y cautivadora nos sumerge en un mundo de ideas, donde las certezas se desmoronan y emergen nuevos interrogantes. No se trata de una historia lineal, sino de un mosaico de voces, perspectivas y dilemas que nos obligan a repensar nuestro pasado.

Uno de los desafíos que Rojas identifica es la persistencia de ciertos elementos del lenguaje político de la Guerra Fría, como el mesianismo, la iconoclasia y el duelo. Estos legados dificultan la construcción de una identidad latinoamericana renovada para el siglo XXI. A pesar de las transiciones democráticas, la cultura política de la región sigue marcada por las heridas del pasado, por la búsqueda de justicia y la necesidad de superar los traumas de las dictaduras.

El trabajo de Rojas es una invitación a la reflexión, un llamado a desarmar los discursos simplistas y a construir una comprensión más profunda y matizada de nuestra historia. Su obra nos recuerda que el pasado no es un terreno inamovible, sino un espacio en constante transformación, sujeto a reinterpretaciones y nuevos descubrimientos. La identidad latinoamericana, en este sentido, se configura como un proyecto en permanente construcción, un diálogo incesante entre el pasado, el presente y el futuro.

Fuente: El Heraldo de México