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30 de mayo de 2025 a las 09:35

Supera los retos del campo mexicano

La incertidumbre se cierne como una sombra amenazante sobre el campo mexicano. La caída en la producción de maíz, alimento fundamental en nuestra cultura y economía, se suma a la sequía implacable que agrieta la tierra y seca las esperanzas. A este panorama desolador se añade el golpe a la ganadería, tambaleante por la presencia del gusano barrenador y el cierre de la frontera norte, que corta de tajo la posibilidad de exportación y deja a los productores con el ganado en los corrales y la angustia en el pecho. No se trata de una simple suma de problemas, sino de una tormenta perfecta que amenaza con arrasar el sector agroalimentario.

La respuesta institucional, hasta el momento, se percibe como insuficiente, un parche pequeño en una herida profunda. Los productores, herederos de una tradición milenaria, se enfrentan a un futuro incierto, sin herramientas para navegar en estas aguas turbulentas. La falta de inversión pública y financiamiento los deja a la deriva, a merced de las inclemencias del tiempo y las fluctuaciones del mercado. Si bien el gobierno federal asegura que el cierre de la frontera es temporal, la realidad es que las acciones para erradicar el gusano barrenador han sido lentas y poco efectivas. La reactivación de la dispersión de moscas estériles, una medida que se presenta como la solución, requiere de inversión, tecnología y una cooperación binacional que aún parece lejana.

La caída en la producción de maíz no es un evento aislado, sino una tendencia preocupante que se arrastra desde 2023. A la sequía persistente se suma el cambio climático, un monstruo silencioso que altera los ciclos productivos, acorta las ventanas de siembra y reduce la disponibilidad de agua, el elemento vital para cualquier cultivo. Ante este escenario, la previsión parece haber fallado. No se trata solo de apagar incendios, sino de anticiparlos, de construir diques de contención para proteger al campo de las embestidas de la naturaleza y las fluctuaciones del mercado.

El futuro de la producción agroalimentaria no se puede concebir sin ciencia, tecnología e innovación. Sin embargo, estos temas, cruciales para la supervivencia del sector, están prácticamente ausentes del discurso público. México cuenta con instituciones de investigación de primer nivel, como el CIMMYT, capaces de generar soluciones para agricultores de todo el mundo. Pero sin el impulso necesario, sus avances y conocimientos quedan aislados, como semillas que no encuentran tierra fértil donde germinar.

Invertir en ciencia no es un lujo, es una necesidad imperiosa. Solo con una visión de largo plazo, que anticipe riesgos y fortalezca las capacidades locales, será posible enfrentar los desafíos que ya golpean con fuerza al campo mexicano. Es hora de dejar atrás las palabras vacías y apostar por la acción. Es tiempo de hacer del conocimiento el motor de la recuperación rural. La sequía, las plagas y los mercados cerrados no se enfrentan con discursos, sino con estrategias sólidas, ancladas en la ciencia, la cooperación y la acción decidida.

En medio de este panorama sombrío, existen ejemplos que iluminan el camino. El Proyecto Margarita de Grupo Danone México, un modelo integral que a lo largo de 15 años ha transformado la vida de 900 pequeños productores en Jalisco y Aguascalientes, demuestra que es posible construir un futuro más sostenible. A través de la capacitación técnica, las tecnologías digitales y un financiamiento innovador, este proyecto ha logrado impulsar la competitividad, cuidar los recursos naturales y fortalecer la seguridad alimentaria. Un ejemplo tangible de que el compromiso social y el enfoque regenerativo pueden ser la clave para un campo mexicano más próspero y resiliente. Un faro de esperanza en medio de la tormenta.

Fuente: El Heraldo de México