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30 de mayo de 2025 a las 22:55

Sobrevive a roca de 300kg en glaciar

La historia de Kell Morris, un hombre de 61 años residente en Seward, Alaska, parece sacada de una película de supervivencia. Un apacible sábado de excursión, buscando la tranquilidad lejos de las multitudes festivas, se convirtió en una pesadilla helada que puso a prueba su resistencia y la devoción de su esposa.

En un intento por explorar un sendero aislado detrás de una prisión estatal, cerca del imponente glaciar Godwin, Morris y su esposa, Jo Roop, se adentraron en un lecho de arroyo rocoso. El paisaje, aunque bello, escondía un peligro latente: rocas gigantescas, algunas de más de 454 kilogramos, depositadas allí por el glaciar. Morris, consciente del riesgo, intentó evitarlas, pero el destino le tenía preparada una cruel jugada. El terreno cedió bajo sus pies, precipitándolo por un terraplén de seis metros hasta caer boca abajo en las frías aguas del arroyo. En ese instante, una roca de 318 kilogramos se desprendió, golpeándole la espalda en lo que el jefe de bomberos de Seward, Clinton Crites, describió como una “avalancha de rocas”.

La suerte, sin embargo, no había abandonado por completo a Morris. La posición en la que cayó, con rocas a su alrededor y entre sus piernas, amortiguó el impacto de la gigantesca piedra, evitando que lo aplastara. Aun así, el dolor en su pierna izquierda era intenso, haciéndole temer una fractura de fémur. Mientras, Jo Roop, ex agente de la Policía Estatal de Alaska, luchaba con todas sus fuerzas por liberarlo. Durante 30 minutos intentó mover la roca, colocó otras piedras debajo para hacer palanca, pero sus esfuerzos fueron en vano. Consciente de la gravedad de la situación, se alejó en busca de señal para pedir auxilio.

La experiencia policial de Roop fue crucial en esos momentos de angustia. Recorrió 274 metros hasta encontrar señal y, con serenidad, transmitió las coordenadas GPS exactas al operador del 911. La fortuna volvió a sonreír a Morris: un voluntario del Departamento de Bomberos de Bear Creek, que trabajaba en una empresa turística de perros de trineo, escuchó la llamada. Sin dudarlo, desvió el helicóptero de la empresa, usualmente utilizado para paseos turísticos, hacia el lugar del accidente. Los bomberos, imposibilitados de acceder con sus vehículos por el terreno rocoso, descendieron del helicóptero.

La escena que encontraron era dramática: Morris, hipotérmico por el agua glacial, luchaba por mantenerse consciente mientras su esposa sostenía su cabeza fuera del agua. Crites, el jefe de bomberos, reconoció la importancia de la rápida intervención del helicóptero: “Si no hubiéramos contado con esa ayuda, no sé si Morris habría sobrevivido”. Con la ayuda de dos bolsas de aire, las mismas que se utilizan para rescatar personas atrapadas en vehículos, los bomberos lograron levantar ligeramente la roca. Después, con la fuerza combinada de siete hombres, lograron moverla lo suficiente para liberar a Morris.

Un helicóptero de la Guardia Nacional de Alaska completó el rescate, izando a Morris en una canasta. Tras dos días de observación en el hospital, el diagnóstico fue asombroso: ileso. Un milagro considerando las circunstancias.

Desde la tranquilidad de su hogar, Morris reflexiona sobre lo sucedido, reconociendo la enorme suerte que tuvo y el invaluable apoyo de su esposa. La experiencia, sin duda, ha dejado una huella profunda. Sus futuras excursiones, asegura, se limitarán a senderos establecidos. "Vamos a dejar de ser pioneros”, concluye, con la sabiduría que otorga haber rozado la muerte y haber salido victorioso. La historia de Kell Morris es un testimonio del poder del amor, la fortaleza humana y la importancia de la rápida acción en situaciones de emergencia.

Fuente: El Heraldo de México