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30 de mayo de 2025 a las 09:10

¿Qué nos espera tras las elecciones judiciales?

La sombra de la duda se cierne sobre México. Este domingo, el país se enfrenta a una encrucijada electoral que, lejos de celebrar la democracia, la pone en tela de juicio. No se trata de una fiesta cívica, sino de una intervención quirúrgica sin anestesia a un sistema que, con imperfecciones, se construyó con esfuerzo y un atisbo de dignidad institucional. Hoy, esos cimientos se tambalean ante una elección judicial que se asemeja más a un casting improvisado, con un guión preestablecido desde las altas esferas del poder.

La otrora eficiente maquinaria electoral mexicana, ejemplo en la región, ahora muestra sus costuras deshilachadas. La reducción de casillas, el transporte precario de las boletas y la fragilidad del conteo de votos son síntomas de una preocupante degradación. La pregunta crucial ya no es quién ganará, sino si el proceso mismo logrará mantenerse en pie sin desmoronarse.

Sería injusto culpar únicamente al INE y a su presidenta, Guadalupe Taddei. El árbitro intenta dirigir el partido con un reglamento parchado y una cancha minada por la reforma electoral impulsada por Morena, una reforma apresurada, plagada de ambigüedades y vacíos legales. El resultado es un proceso teñido de improvisación, donde las reglas parecen escritas con tinta invisible y los mecanismos de control se han desmantelado en nombre de una supuesta austeridad y transformación.

La preocupación es generalizada. El proceso nace viciado, no por el perfil de los candidatos, sino por la endeblez del marco legal que lo sustenta, un castillo de arena frente a la marea alta. La desfachatez de los operadores políticos, tanto oficialistas como opositores, agrava el panorama. El reparto indiscriminado de dádivas, la compra de votos disfrazada de programas sociales y una estrategia que se asemeja más a un operativo militar que a una jornada cívica completan el cuadro.

Gobernadores de todos los colores políticos han demostrado que, cuando se trata de influir en el Poder Judicial, las diferencias ideológicas se desvanecen. Samuel García, Mauricio Kuri, Esteban Villegas, Manolo Jiménez… cada uno con su propia estrategia, pero todos con las cartas marcadas.

A la falta de transparencia se suma el debilitamiento del INE, que llega a esta elección sin recursos, sin margen de maniobra y sometido a una presión descomunal. Es como enviar a un árbitro a dirigir la final de un campeonato con el marcador predeterminado y los gritos de la tribuna oficial dictando el resultado.

Nos dirán que se trata de un proceso inédito. Y lo es, pero no por su innovación, sino por redefinir el concepto de retroceso democrático. Elegir a los integrantes del Poder Judicial con una ley débil, un presupuesto limitado y una ciudadanía desinformada es abrir la puerta a que la elección del domingo sea solo el primer capítulo de una larga novela de regresión institucional.

Después de esto, ¿qué impedirá que estas malas prácticas –recortes presupuestales, eliminación de controles y dádivas clientelares– se normalicen? Algo se ha roto en el sistema, y algunos actores políticos ya están listos para utilizar los fragmentos como material de construcción de un nuevo orden, un orden que amenaza con socavar los cimientos de la democracia mexicana.

Mientras tanto, crecen las inconformidades por la gestión de los coordinadores de Morena en el Senado y la Cámara de Diputados, Adán Augusto López y Ricardo Monreal, respectivamente. En San Lázaro, la oposición y algunos morenistas critican que la comunicación social, "dirigida" por Rodolfo González, se centre en defender la imagen de Monreal y desmentir ataques, en lugar de promover el trabajo legislativo de todas las fracciones.

En el Senado, la situación es similar. La estructura parece estar bajo el control de Adán Augusto y la senadora Andrea Chávez. Incluso, se sospecha que muchos de los ataques contra el presidente de la Mesa, Gerardo Fernández Noroña, provienen del "fuego amigo".

Como diría aquel filósofo… cuyo nombre se me escapa: “Quien controla la boleta, no necesita controlar al juez”. Una frase que resume la preocupante situación que enfrenta la democracia mexicana en estos tiempos turbulentos.

Fuente: El Heraldo de México