Logo
NOTICIAS
play VIDEOS

Inicio > Noticias > Geopolítica

30 de mayo de 2025 a las 09:25

Europa y China: ¿Amigos o enemigos?

El auge de China como potencia global ha reescrito las reglas del juego internacional, planteando un desafío sin precedentes para Europa. La relación bilateral, antaño definida por el pragmatismo económico, se ha vuelto un complejo mosaico de intereses entrelazados, tensiones latentes y la necesidad imperante de una estrategia común. La promesa de un mercado inmenso y una fuente inagotable de manufacturas a precios competitivos atrajo a Europa hacia China, creando una interdependencia que hoy se revela como un arma de doble filo. Mientras las empresas europeas se beneficiaban del acceso al mercado chino, se sembraban las semillas de una dependencia que ahora limita la capacidad de maniobra de la Unión.

La irrupción de la guerra comercial entre Estados Unidos y China obligó a Europa a mirar con nuevos ojos la dinámica global. La agresiva política comercial de la administración Trump, si bien generó incertidumbre, también abrió una ventana de oportunidad para que Europa reforzara su liderazgo en la defensa del multilateralismo y el libre comercio. Sin embargo, la posibilidad de un acercamiento significativo entre la UE y China se vio obstaculizada por las crecientes tensiones comerciales, la desconfianza mutua y las diferencias estructurales en cuanto a modelos económicos y políticos.

La guerra en Ucrania ha añadido una nueva capa de complejidad a esta ecuación. El apoyo tácito de China a Rusia ha erosionado la confianza entre Bruselas y Pekín, dejando al descubierto la fragilidad de una relación basada en cálculos económicos a corto plazo. La sombra de Taiwán se proyecta sobre el conflicto europeo, recordándonos la volatilidad del escenario geopolítico y la necesidad de una estrategia europea a largo plazo que trascienda las coyunturas.

La definición de China como "socio, competidor y rival sistémico" resume la ambivalencia que caracteriza la relación. Europa necesita a China para abordar desafíos globales como el cambio climático y la pandemia, pero al mismo tiempo debe defender sus valores democráticos y su autonomía estratégica. No se trata de elegir entre cooperación y confrontación, sino de encontrar un equilibrio que permita a Europa defender sus intereses sin caer en la retórica de la Guerra Fría.

La clave reside en el realismo estratégico: un diálogo franco y abierto, una diversificación de las cadenas de suministro para reducir la dependencia de China, y una cooperación selectiva en áreas de interés mutuo, sin comprometer los principios fundamentales. La unidad europea es esencial en este proceso. Las divisiones internas y la búsqueda de acuerdos bilaterales con Pekín debilitan la posición negociadora de la Unión y la hacen vulnerable a las presiones chinas.

El futuro de Europa como actor global depende en gran medida de su capacidad para gestionar la compleja relación con China. No se trata de una simple elección entre dos opciones, sino de construir una estrategia inteligente y coherente que combine la firmeza con la diplomacia, la apertura con la protección de los intereses europeos. Europa no puede permitirse ser un espectador pasivo en la reconfiguración del orden mundial. Debe asumir un papel protagónico, convirtiendo el desafío que representa China en una oportunidad para fortalecer su liderazgo global.

Fuente: El Heraldo de México