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30 de mayo de 2025 a las 09:30

Escape Imposible

La imagen de Mario Vargas Llosa, premio Nobel de Literatura, declarando que aprender a leer fue lo más importante que le sucedió en la vida, resuena con una fuerza inusitada en estos días de caos en la Ciudad de México. No es solo el tráfico infernal provocado por las protestas de la CNTE, es la sensación de asfixia, de impotencia ante una situación que se repite cíclicamente. Hemos soportado terremotos, contaminación, marchas interminables, plantones que parecen eternizarse, y lo hemos hecho con una resignación que raya en el estoicismo. Pero, ¿hasta cuándo? Las horas perdidas en el transporte, el estrés acumulado, las crisis nerviosas que nos acechan en cada embotellamiento, ¿son acaso el precio inevitable de vivir en esta megalópolis?

Comparto la frustración, la crispación, el hartazgo de quienes día a día luchamos por movernos en esta ciudad cada vez más compleja. Sin embargo, más allá de nuestras propias incomodidades, debemos mirar hacia quienes sufren las peores consecuencias de este conflicto: los niños y jóvenes. Las cifras de la SEP son alarmantes. Oaxaca, Chiapas, Guerrero, estados sumidos en la pobreza y la vulnerabilidad, son los más afectados por la suspensión de clases. A ellos se suman Baja California Sur, Chihuahua y, en cierta medida, la propia Ciudad de México. El daño que esta interrupción forzada provoca en la educación de miles de niños es incalculable, y me temo que, en muchos casos, irreparable.

Aprender a leer y escribir es un proceso fundamental en el desarrollo cognitivo de cualquier ser humano. De él depende, en gran medida, lo que somos, nuestra capacidad de comprender el mundo y desenvolvernos en él. Y este aprendizaje es más efectivo durante la infancia y la adolescencia, cuando el cerebro se encuentra en su etapa de mayor plasticidad. Sin embargo, en México, las pruebas PISA de la OCDE y las evaluaciones nacionales, como las del difunto INEE, pintan un panorama desolador. Nuestros niños y jóvenes no comprenden lo que leen, tienen dificultades con las operaciones matemáticas básicas y desconocen conceptos científicos elementales.

Los resultados de tercero a sexto de primaria, e incluso de secundaria y bachillerato, son insuficientes en matemáticas y español. La secundaria, en particular, registra el peor desempeño de todo el sistema educativo. Y lo más preocupante es que el rezago en estas áreas, en jóvenes de 15 y 16 años, es entre un 3% y un 5% mayor que en países con un desarrollo económico similar. Estas cifras nos confrontan con una realidad brutal: las posibilidades de nuestro país de contar con mano de obra calificada, con académicos, investigadores y docentes que impulsen el desarrollo nacional, se ven seriamente comprometidas. Y a esto se suma, casi inevitablemente, un déficit en la formación de la conciencia ciudadana.

Niños y jóvenes sin clases, deserción escolar, pobreza, desnutrición, escuelas carentes de recursos, maestros sin capacitación y en paro, autoridades indiferentes… la lista de problemas parece interminable. Nos encontramos atrapados en un círculo vicioso, y no me refiero únicamente al tráfico vehicular. El futuro de México está en juego, y la educación, ese derecho fundamental que se nos niega una y otra vez, es la clave para romper este ciclo de estancamiento y construir un país más justo y próspero. ¿Seguiremos siendo meros espectadores de esta tragedia anunciada o finalmente asumiremos la responsabilidad que nos corresponde?

Fuente: El Heraldo de México