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30 de mayo de 2025 a las 09:25

Domina el arte del engaño

El fascinante mundo del arte, ese universo de trazos, colores y formas, se ha convertido en un terreno fértil para la proliferación de un peculiar tipo de personaje: el "marchante" improvisado. Figuras como el señor Lerdo, aficionado a los bazares y mercados de pulgas, han encontrado en la compraventa de obras de arte una lucrativa actividad, a pesar de su evidente falta de formación estética. Su modus operandi se basa en la adquisición de piezas que le resultan "atractivas", enmarcadas con perfiles elegantes y acompañadas de una narrativa imprecisa, incluso inventada, sobre el artista y su obra. Este discurso, cargado de un supuesto glamour y dirigido a un público ávido de "gangas", convierte simples reproducciones en "obras maestras" a precios irrisorios.

La falta de conocimiento por parte del vendedor y del comprador se convierte en el caldo de cultivo perfecto para este tipo de engaño. Ambos se sienten satisfechos: el vendedor por la aparentemente exitosa transacción y el comprador por la ilusión de haber adquirido una pieza única a precio de ganga. Se crea así una atmósfera de complicidad en la que la ignorancia se disfraza de sofisticación. El señor Lerdo se transforma en un "art dealer" de altos vuelos, un título que le otorga un estatus ficticio y alimenta su ego. Pero detrás de esta fachada de erudición artística se esconde una realidad más prosaica: la estafa mutua.

Este fenómeno no es nuevo. Se inscribe en una tradición arraigada en nuestra cultura, donde la decoración del hogar con "cuadros bonitos" se convierte en un símbolo de estatus, una forma de mostrar una "cultura" superficial. La adquisición de enciclopedias que jamás se consultan o la exhibición de reproducciones enmarcadas son ejemplos palpables de esta tendencia. Un caso paradigmático es el de la carpeta "Zúñiga, 20 dibujos", impresa por la Galería Misrachi en 1974. Estas reproducciones, realizadas en sistema offset, circulan en el mercado y en las redes sociales como "litografías originales", alcanzando precios exorbitantes. El señor Lerdo y otros "marchantes" como él se aprovechan del desconocimiento del público, vendiendo simples carteles como piezas de gran valor artístico.

La proliferación de este tipo de engaños pone de manifiesto las graves deficiencias del mercado del arte, la insuficiencia del marco legal y la falta de mecanismos eficaces para proteger al comprador. La educación artística y la promoción de una cultura de apreciación genuina son fundamentales para combatir esta práctica y construir un mercado del arte más transparente y justo. Mientras tanto, el señor Lerdo y sus semejantes seguirán aprovechándose de la ignorancia y la vanidad, perpetuando un círculo vicioso en el que todos, aparentemente, ganan, pero en realidad, todos pierden. La pérdida no es solo económica, sino también cultural, pues se devalúa el verdadero valor del arte y se fomenta una visión superficial y distorsionada de la creación artística.

Fuente: El Heraldo de México