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30 de mayo de 2025 a las 02:00

Caza y muerte de presunto multihomicida en Jalisco

La tensión se palpaba en el aire. El rugido de un motor Mercedes Benz negro, con placas del Estado de México, rompía la aparente calma de la colonia Miravalle en Guadalajara. Dentro, Carlos Manuel “N”, un nombre que resonaba en los expedientes de la Policía de Investigación de Jalisco, un fantasma que se movía entre las sombras de la Perla Tapatía, ahora bajo el implacable ojo de la justicia. Su historial, un reguero de violencia y muerte, lo convertía en una bomba de tiempo a punto de estallar.

Los agentes, curtidos en mil batallas contra el crimen, lo tenían en la mira. Sabían del peligro que representaba, de la frialdad con la que actuaba. Con la precisión de cirujanos, los policías de Homicidios Intencionales orquestaron el operativo. Cada movimiento calculado, cada paso medido. El protocolo del uso legítimo de la fuerza, un mantra repetido una y otra vez en sus mentes. La orden de alto resonó en la tranquila tarde tapatía, un eco que se estrelló contra la sordera de la huida. Carlos Manuel “N”, fiel a su naturaleza violenta, pisó el acelerador, desatando una persecución que pondría a prueba los nervios de acero de los agentes.

La adrenalina corría por las venas de todos los presentes. El chirriar de las llantas contra el asfalto, el sonido ensordecedor de la sirena policial, creaban una sinfonía caótica que anunciaba un desenlace inminente. De pronto, el Mercedes Benz se detuvo. Carlos Manuel “N” emergió del vehículo como una fiera acorralada. En sus manos, una Glock 9mm, un instrumento de muerte que había sembrado el terror en las calles de Guadalajara. Sin mediar palabra, desató una lluvia de plomo contra los agentes. El tiempo pareció detenerse. El estruendo de los disparos, los destellos de las armas, una danza macabra bajo el sol jalisciense.

Los policías, entrenados para reaccionar ante situaciones límite, repelieron la agresión. No había otra opción. La vida de civiles inocentes pendía de un hilo. El intercambio de disparos fue intenso, un infierno de balas que resonaba en cada rincón de la avenida. Carlos Manuel "N", alcanzado por la justicia que tanto había evadido, se desplomó sobre el asfalto. La vida se le escapaba entre los dedos. A pesar de los esfuerzos de los agentes por brindarle los primeros auxilios, las heridas resultaron fatales. El silencio se apoderó de la escena, un silencio cargado de tensión y la certeza de que un capítulo oscuro en la historia de Guadalajara había llegado a su fin.

En el cruce de las avenidas de la Pintura y Gobernador Curiel, la muerte había escrito su último verso. Los servicios de emergencia confirmaron lo inevitable. El cuerpo sin vida de Carlos Manuel "N" yacía en el pavimento, un testimonio mudo de la violencia que había generado. Su nombre, antes sinónimo de terror, ahora se convertía en un recordatorio de que la justicia, aunque a veces tarde, siempre llega.

La Fiscalía General del Estado de Jalisco, en un comunicado oficial, confirmó la identidad del abatido y detalló su implicación en múltiples homicidios, incluyendo la masacre en la colonia 5 de Mayo, un hecho que conmocionó a la sociedad tapatía. Cuatro carpetas de investigación atestiguan la trayectoria criminal de Carlos Manuel "N", un hombre cuya sed de sangre finalmente fue aplacada por las balas de la justicia. Su muerte, aunque violenta, representa un respiro para una ciudad cansada de la violencia y la impunidad.

Fuente: El Heraldo de México