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25 de abril de 2025 a las 09:20

Redescubre el Edén

La creciente sensación de inseguridad que permea a la sociedad mexicana, reflejada en el reciente informe del INEGI, nos obliga a una profunda reflexión. No se trata de simples números, sino de la palpable angustia que viven seis de cada diez mexicanos, un porcentaje que incluso supera al registrado al final del sexenio anterior. Minimizar esta realidad, como parece ser la estrategia de la actual administración, es una grave irresponsabilidad. El miedo se ha convertido en un compañero indeseable en la vida cotidiana, limitando la libertad y erosionando la confianza en las instituciones.

La percepción, en este caso, se convierte en una realidad tangible que afecta todos los ámbitos de la vida nacional. Desde la economía, que se ve frenada por la reticencia a invertir y consumir, hasta el tejido social, desgarrado por la desconfianza y el temor a la violencia. No podemos permitir que la inseguridad se normalice, que se convierta en un dato más al que nos resignemos. Es imperativo exigir acciones concretas y efectivas para revertir esta preocupante tendencia.

El caso de Villahermosa, que encabeza la lista de las ciudades con mayor percepción de inseguridad, es especialmente alarmante. ¿Cómo es posible que una ciudad tradicionalmente tranquila haya experimentado un deterioro tan drástico en su calidad de vida? La respuesta, aunque compleja, apunta a una combinación de factores que van desde la expansión del crimen organizado hasta la ineficacia de las estrategias de seguridad implementadas.

Los testimonios de los ciudadanos, que manifiestan su temor al utilizar cajeros automáticos, transporte público o simplemente transitar por las calles, son un reflejo del clima de miedo que se respira en muchas ciudades del país. La violencia, en sus diversas manifestaciones, se ha convertido en una amenaza constante que limita la libertad y coarta el desarrollo pleno de la sociedad.

El auge del CJNG y su expansión territorial, a través de alianzas con grupos locales y el uso de la violencia, es sin duda un factor determinante en el incremento de la inseguridad. A esto se suma el control de rutas estratégicas para el narcotráfico y otras actividades ilícitas, como el robo de combustibles y la trata de personas. La política de "abrazos, no balazos", si bien bienintencionada en su origen, parece haber creado un vacío de autoridad que ha sido aprovechado por el crimen organizado para fortalecerse y expandir su influencia.

La situación en Tabasco, estado natal del expresidente López Obrador y del actual líder de Morena en el Senado, Adán Augusto López, resulta paradójica. ¿Por qué este estado, otrora considerado un remanso de paz, se ha convertido en un foco rojo de inseguridad? Las preguntas son muchas y las respuestas, hasta ahora, insuficientes. Es necesario un análisis profundo y honesto de las causas que han llevado a esta situación, para poder implementar estrategias efectivas que devuelvan la tranquilidad a los ciudadanos. No basta con minimizar el problema o atribuirlo a factores externos. Se requiere un compromiso real y tangible para combatir la inseguridad y construir un país donde la paz y la justicia sean una realidad para todos.

Fuente: El Heraldo de México