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25 de abril de 2025 a las 05:30

El secreto del féretro de zinc del Papa

La humildad del Papa Francisco se ha manifestado incluso en la elección de su morada final. Un sencillo ataúd de madera y zinc, una elección que contrasta con la fastuosidad que a veces rodea a las figuras de poder, pero que en realidad encierra una profunda sabiduría práctica y un respeto por el ciclo natural de la vida. El zinc, un metal discreto y resistente, se convierte en un silencioso guardián en este último viaje. Su capacidad para resistir la corrosión y la humedad, cualidades casi imperceptibles a simple vista, son las que lo hacen ideal para esta delicada tarea. Imaginemos el proceso: la madera, noble y cálida, proporciona la estructura, mientras que el zinc, con su pátina azulada, se convierte en una barrera protectora, preservando la integridad del cuerpo por más tiempo.

Este metal, tan versátil en sus aplicaciones, desde la protección de imponentes estructuras de acero hasta la creación de delicadas piezas de arte, encuentra en este contexto funerario una nueva dimensión de significado. No busca el brillo ni el protagonismo, sino que trabaja silenciosamente, resguardando del inexorable paso del tiempo. Al igual que el Papa Francisco dedicó su vida al servicio de los demás, el zinc en su ataúd cumple una última función: contener y proteger, con discreta eficiencia.

La elección del zinc no es una novedad en la historia papal. Otros pontífices antes que él también han confiado en este metal para sus últimos aposentos. Esta continuidad nos habla de una tradición arraigada en la practicidad y la comprensión de los procesos naturales. La madera, por sí sola, sería vulnerable a la descomposición, permitiendo la fuga de gases y acelerando el deterioro. Es aquí donde el zinc interviene, sellando el féretro y creando un ambiente que retarda el proceso de degradación.

Un estudio científico de la Universidad de Murdoch, en Australia, corrobora la eficacia de esta práctica. El revestimiento de zinc contribuye a mantener el ambiente microbiológico y químico del cuerpo estable durante un periodo prolongado, permitiendo una descomposición más lenta y controlada. Más allá de la tradición, la ciencia respalda la sabiduría de esta elección.

La decisión del Papa Francisco de utilizar un ataúd de madera y zinc nos invita a reflexionar sobre nuestra propia mortalidad y sobre la importancia de la sencillez y la humildad. En un mundo que a menudo prioriza lo superficial, la elección del pontífice nos recuerda que la verdadera grandeza reside en la esencia, en la discreta fortaleza que se esconde tras la apariencia. El zinc, un metal humilde y resistente, se convierte así en un símbolo de la trascendencia que se encuentra en la simplicidad. Un último acto de coherencia de un hombre que dedicó su vida a predicar la humildad y la cercanía a los más necesitados. Un recordatorio de que, al final del camino, todos somos iguales, y que la tierra nos recibe a todos por igual, sin importar títulos ni posesiones.

Fuente: El Heraldo de México