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25 de abril de 2025 a las 09:20

Descubre el México Humanista

El debate en torno a la Cuarta Transformación y su base ideológica nos invita a una profunda reflexión sobre el Humanismo Mexicano. Más allá de las consignas políticas, se vislumbra la necesidad de definir la esencia misma de "lo mexicano" y su papel en la construcción de un proyecto de nación. Se percibe una tensión entre la espontaneidad del movimiento y la necesidad de un marco teórico sólido que lo sustente. ¿Fue la Revolución Mexicana un precedente similar, una amalgama de ideas que encontraron su cauce en la Constitución del 17?

La mención del Nuevo Humanismo, con la probable influencia del pensamiento de Samuel Ramos, abre una fascinante línea de investigación. Ramos, en su búsqueda de la identidad nacional posrevolucionaria, nos legó una invaluable herramienta para comprender la complejidad del ser mexicano. Ahora, en el contexto de la 4T, se habla de un "segundo piso" en el marco de un gobierno humanista. ¿Qué significa esto en la práctica? ¿Cómo se traduce en políticas públicas que impacten la vida cotidiana de los mexicanos?

Resulta interesante observar cómo las nuevas generaciones, particularmente las mujeres, utilizan el instrumental teórico del marxismo, a pesar de su aparente desuso, para analizar la realidad mexicana. Conceptos como la acumulación originaria, el capitalismo y la mercancía adquieren nueva relevancia en un contexto de vertiginoso desarrollo científico y tecnológico. Esta apropiación de herramientas teóricas, lejos de ser un anacronismo, demuestra la vigencia del materialismo económico para comprender las complejidades de nuestro tiempo.

El humanismo, en su esencia, coloca a la persona humana en el centro. Pero, ¿quién es esa persona en el contexto mexicano? ¿Cómo se define a sí misma y en relación con "el otro"? Urge desentrañar la construcción social del "mexicano" y cómo esta construcción influye en nuestras interacciones sociales y en la percepción de la otredad.

La idea del mexicano como dueño de su tierra, aunque no lo sea legalmente, revela un profundo sentido de pertenencia, pero también una posible fuente de exclusión. Ese nacionalismo posesivo, cargado de un cierto complejo de inferioridad y miedo a la pérdida, se manifiesta en la afirmación “¡Yo soy mexicano!”. Es un grito de identidad que, paradójicamente, puede construir muros en lugar de puentes. La dicotomía entre "lo nuestro" y "lo de afuera" se convierte en un obstáculo para la construcción de un humanismo inclusivo.

La educación se presenta como la herramienta clave para modificar esta mentalidad. Se necesita un cambio de paradigma que promueva la igualdad entre criollos, mestizos, indígenas, mulatos y extranjeros. Un humanismo verdadero reconoce la dignidad inherente a cada ser humano, independientemente de su origen o condición social. La patria no es propiedad exclusiva de nadie, sino un espacio compartido donde la identidad se construye desde la inclusión y el respeto a la diversidad. El desafío radica en romper esa "coraza" que nos impide conectar con el otro, con el diferente, y que a menudo nos lleva a sentirnos superiores. Solo así podremos construir un Humanismo Mexicano que esté a la altura de los retos del siglo XXI.

Fuente: El Heraldo de México