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25 de abril de 2025 a las 09:20

Caza implacable

La retórica incendiaria que emana del norte, encarnada en la figura de Kristi Noem, no es un simple desliz, un exabrupto aislado en el árido desierto de la política. Es la cristalización de una estrategia calculada, un misil dirigido al corazón de la identidad mexicana. No se trata solo de la secretaria de Seguridad, es la voz amplificada de un trumpismo resurgido, que busca sembrar la discordia y cosechar el miedo. Sus palabras, cargadas de prejuicios y amenazas veladas, pintan un cuadro distorsionado de la realidad migratoria, donde México es el villano y Estados Unidos, la víctima indefensa. Una narrativa simplista y peligrosa, que ignora las complejidades socioeconómicas que impulsan a miles a buscar una vida mejor, y que reduce a seres humanos a meros "criminales" en potencia.

Este nuevo capítulo en la saga de la ofensiva ideológica trumpista no se limita a los discursos incendiarios. La difusión de estos spots en territorio mexicano revela una intencionalidad aún más perversa: la de colonizar el imaginario colectivo, de infiltrarse en la psiquis nacional. Es una invasión silenciosa, pero no por ello menos dañina, que pretende minar la confianza en nosotros mismos, sembrar la duda y la autoincriminación. Nos quieren hacer creer que somos el problema, que la culpa de la desigualdad y la violencia reside en nuestro propio ser. Nos quieren hacer olvidar nuestra historia, nuestra cultura, nuestra resiliencia.

La tibia respuesta del gobierno mexicano, refugiada en la formalidad de los comunicados diplomáticos, resulta insuficiente ante la magnitud de la afrenta. Si bien los llamados al respeto y a la no intervención son necesarios, no bastan para contrarrestar la embestida mediática. Se requiere una postura más enérgica, una defensa a ultranza de nuestra soberanía y de la dignidad de nuestros connacionales. La iniciativa de la presidenta Sheinbaum de retomar las regulaciones sobre la transmisión de propaganda extranjera es un paso en la dirección correcta, pero debe ir acompañada de acciones más contundentes. No podemos permitir que la narrativa del miedo se imponga, que la xenofobia se normalice.

Es hora de alzar la voz, de deconstruir los falsos argumentos y de reafirmar nuestra identidad. Es hora de exigir respeto, no solo a través de los canales diplomáticos, sino también desde la sociedad civil, desde las calles, desde las aulas, desde las familias. Debemos contrarrestar la propaganda con información veraz, con historias de migrantes que contribuyen al desarrollo de ambos países, con un discurso de unidad y esperanza. No podemos permitir que el miedo nos paralice, que la xenofobia nos divida. El futuro de México se construye con puentes, no con muros. Y la defensa de nuestra soberanía comienza por la defensa de nuestra propia narrativa.

La batalla por la verdad apenas comienza, y la victoria dependerá de nuestra capacidad de resistir, de organizarnos y de proyectar una imagen de México que refleje nuestra verdadera esencia: un país diverso, resiliente y orgulloso de su historia. No somos el problema, somos parte de la solución. Y no permitiremos que nadie nos diga lo contrario.

Fuente: El Heraldo de México