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25 de abril de 2025 a las 03:55

Atotonilco: Otra vez el fuego

La reciente explosión en un polvorín de Atotonilco el Alto, la segunda en una semana y la tercera en menos de cuatro meses, vuelve a encender las alarmas sobre la seguridad en el manejo de pirotecnia en la región. Si bien en esta ocasión, afortunadamente, no se reportaron heridos, la repetición de estos incidentes nos obliga a preguntarnos qué medidas se están tomando para prevenir futuras tragedias, sobre todo considerando el antecedente del 24 de diciembre, donde una vida se perdió y otra quedó marcada por las lesiones. No podemos simplemente normalizar estas explosiones como si fueran parte del paisaje sonoro de Atotonilco.

Es fundamental que las autoridades realicen una exhaustiva investigación para determinar las causas exactas de estos eventos recurrentes. ¿Se están cumpliendo las normativas de seguridad? ¿Existe la supervisión adecuada por parte de los organismos competentes? ¿Se está proporcionando la capacitación necesaria al personal que manipula estos materiales altamente peligrosos? Estas son preguntas que exigen respuestas claras y contundentes, no solo para tranquilizar a la población, sino también para implementar las acciones correctivas que sean necesarias.

Más allá de las investigaciones, es crucial un cambio de paradigma en la gestión del riesgo. Hablamos de vidas humanas en juego, y la prevención no puede ser una simple lista de buenas intenciones. Necesitamos protocolos rigurosos, inspecciones constantes y sanciones ejemplares para quienes incumplan las normas. La seguridad no puede ser negociable, y la laxitud en su aplicación es una bomba de tiempo.

Recordemos que Atotonilco el Alto, ubicado a tan solo hora y media del Área Metropolitana de Guadalajara, no es una isla aislada. La cercanía con una zona densamente poblada aumenta exponencialmente el riesgo en caso de un accidente de mayor magnitud. Imaginemos las consecuencias devastadoras que podría tener una explosión de mayor escala en un polvorín.

La figura del polvorín, más allá de su significado literal, nos sirve como una metáfora poderosa. Atotonilco el Alto, con sus repetidas explosiones, se está convirtiendo en un polvorín social. La tensión y la incertidumbre se acumulan en la comunidad, que vive con el temor constante de una nueva tragedia. Es hora de desactivar este polvorín social, de apostar por la prevención y la responsabilidad.

La tecnología también puede jugar un papel crucial en la mejora de la seguridad. Sistemas de monitoreo remoto, sensores de temperatura y presión, e incluso la inteligencia artificial pueden contribuir a la detección temprana de anomalías y a la prevención de accidentes. Invertir en estas tecnologías es invertir en seguridad y tranquilidad para todos.

Finalmente, es importante destacar la necesidad de una cultura de la seguridad. No basta con que las autoridades implementen normas y protocolos; es fundamental que la comunidad en su conjunto se involucre en la prevención. La educación, la concienciación y la participación ciudadana son piezas clave para construir un entorno más seguro.

No podemos esperar a la próxima explosión para actuar. La seguridad es una tarea de todos, y el tiempo de la prevención es ahora.

Fuente: El Heraldo de México