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25 de abril de 2025 a las 02:10
Venezolanos en Chiapas piden retorno a su país
La desesperanza se palpa en el aire, espesa y pesada como el calor húmedo de Chiapas. Más de 1700 venezolanos, rostros marcados por la incertidumbre y el cansancio, se aglomeran frente a las oficinas del Instituto Nacional de Migración en Tuxtla y Tapachula. Sus voces, unidas en un clamor colectivo, exigen una solución a su angustiosa situación: regresar a Venezuela. Han pasado meses, algunos incluso rozando el año, desde que pusieron un pie en suelo mexicano, soñando con un futuro mejor, con alcanzar el anhelado “sueño americano”. Ahora, varados en la frontera sur, se aferran a la esperanza de un vuelo humanitario que los devuelva a casa.
Eber Niño, uno de los tantos rostros que conforman esta multitud, relata la precariedad que los envuelve. Los recursos se han agotado, la promesa de una vida mejor se ha desvanecido y la incertidumbre se ha convertido en su única compañera. Siete largos meses han transcurrido desde su llegada, y la espera se hace cada vez más insoportable. No están solos; cientos de familias venezolanas comparten su misma suerte, atrapadas en un limbo migratorio sin vislumbrar una salida. El cambio en la política migratoria estadounidense, con el regreso de Donald Trump a la presidencia, ha cerrado las puertas a muchos, dejándolos a la deriva en Tapachula, un punto de encuentro y desencuentro para migrantes de diversas nacionalidades.
Alice Urbina, otra migrante venezolana, observa con tristeza el pasaporte vencido en sus manos. El documento, otrora símbolo de esperanza y libertad, se ha convertido en una barrera infranqueable. Sus hijos, sin pasaporte, comparten su destino. La decisión de regresar a Venezuela, aunque dolorosa, se presenta como la única opción viable. Desde el 4 de febrero, Alice y su familia se aferran a la promesa de un vuelo humanitario. Su presencia en la protesta pacífica es un grito silencioso, una súplica para que los gobiernos de México y Venezuela escuchen su clamor.
Adelaida Álvarez, con la voz quebrada por la emoción, narra su fallido intento de alcanzar el norte. La enfermedad, una parálisis que la mantuvo postrada, trunco sus planes. Ahora, desempleada y con la salud mermada, anhela regresar a su país para reconstruir su vida. Su historia no es única. Entre la multitud, se encuentran niños, ancianos y enfermos que requieren atención médica constante. Si bien la solidaridad mexicana se hace presente, la ayuda es limitada. La necesidad de regresar a su tierra, a su hogar, se convierte en una urgencia vital.
La situación de estos migrantes venezolanos es un reflejo de la crisis migratoria que azota la región. La falta de oportunidades, la inseguridad y la inestabilidad política los han obligado a abandonar su país en busca de un futuro mejor. Ahora, atrapados en la frontera sur de México, claman por una solución, por una mano amiga que les permita regresar a casa y comenzar de nuevo. Su protesta pacífica es un llamado a la conciencia, una plegaria para que la solidaridad y la empatía se impongan a la indiferencia y la desesperanza.
Fuente: El Heraldo de México