
25 de abril de 2025 a las 01:40
Venezolanos en Chiapas claman por retorno
La esperanza se desvanece bajo el sol chiapaneco. Más de 1700 venezolanos, rostros marcados por la desilusión, se aglomeran en las calles de Tuxtla Gutiérrez, anhelando un retorno que se antoja esquivo. El sueño americano, otrora faro de esperanza, se ha transformado en una pesadilla de incertidumbre y precariedad. Sus voces, unidas en un clamor colectivo, resuenan frente a las oficinas del Instituto Nacional de Migración, un eco de la desesperanza que se extiende por las calles de Tapachula y otras ciudades del sur de México.
La historia de Eber Niño es un reflejo de la situación que viven cientos de sus compatriotas. Siete meses varado en México, sin recursos para regresar a su tierra natal, se aferra a la promesa de un vuelo humanitario que parece no llegar. Su testimonio, desgarrador y conmovedor, se repite en los rostros cansados de familias enteras, mujeres con niños en brazos, jóvenes que apostaron todo a un futuro mejor y ahora se encuentran atrapados en un limbo migratorio.
La llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos marcó un punto de inflexión en sus vidas. Las políticas migratorias, cada vez más restrictivas, cerraron las puertas a la posibilidad de un nuevo comienzo. Las citas para audiencias, los trámites para obtener refugio o permisos de trabajo, todo se evaporó, dejando tras de sí un vacío de incertidumbre y desesperación.
No solo los venezolanos sufren este calvario. Miles de migrantes de diversas nacionalidades se encuentran varados en Tapachula, un crisol de esperanzas rotas y sueños truncados. Comparten la misma angustia, la misma incertidumbre, la misma añoranza por un hogar que se siente cada vez más lejano.
Alice Urbina Vázquez y Adelaida Álvarez, dos mujeres venezolanas, comparten la misma historia de frustración. La ruta hacia el norte se ha vuelto infranqueable. El camino hacia Estados Unidos, antes una promesa de futuro, ahora es un sendero sembrado de obstáculos insuperables. Su única opción, su último recurso, es regresar a Venezuela, aunque eso signifique volver a empezar desde cero.
El reciente retorno de 70 personas en un vuelo humanitario es una gota de esperanza en un océano de desesperanza. Para los más de 1700 que aún esperan, la angustia se agudiza. Algunos lamentan que se dé prioridad a familias y niños, argumentando que todos son seres humanos con el mismo derecho a regresar a su país. La espera se hace eterna, cada día una nueva batalla contra la incertidumbre y la desesperación.
La situación de estos migrantes venezolanos es un llamado a la solidaridad internacional. Es un recordatorio de la crisis humanitaria que se vive en la región y de la necesidad de encontrar soluciones que garanticen el respeto a los derechos humanos de todas las personas, independientemente de su nacionalidad. Es una historia de sueños rotos, de esperanzas truncadas, pero también de resiliencia y de la lucha incansable por un futuro mejor.
Fuente: El Heraldo de México