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25 de abril de 2025 a las 01:15

El Espíritu Santo guiará la elección papal

La sucesión papal, un proceso envuelto en la tradición y el misticismo, trasciende lo meramente político. Más allá del protocolo eclesiástico y las votaciones secretas, late un elemento intangible pero fundamental: la presencia del Espíritu Santo. No se trata de una intervención divina que anula la voluntad humana, sino de una guía sutil, una inspiración que ilumina el discernimiento de los cardenales reunidos en cónclave.

Imaginemos la escena: 138 purpurados, encerrados en la Capilla Sixtina, con la responsabilidad de elegir al sucesor de Pedro. La atmósfera, cargada de solemnidad y expectativa, se impregna de una fuerza invisible que trasciende las paredes vaticanas. Es el Espíritu Santo, la tercera persona de la Santísima Trinidad, que se manifiesta no con estruendo, sino con la suave luz de la sabiduría.

Lejos de imponer un candidato, el Espíritu Santo actúa como un maestro paciente, respetando el libre albedrío de los electores. Su influencia se percibe en la reflexión profunda, en la búsqueda sincera del bien de la Iglesia, en la apertura a la inspiración divina. Como bien explicó Benedicto XVI, el Espíritu Santo no toma el control de la situación, sino que guía sutilmente, previniendo errores garrafales y orientando las decisiones hacia la unidad y la fidelidad al Evangelio.

Esta presencia invisible se ha representado de diversas maneras a lo largo de la historia. En la película "Cónclave", por ejemplo, la escena posterior a la explosión nos muestra cómo una leve brisa mueve una papeleta, un símbolo de la intervención divina que guía a los cardenales hacia la elección final.

Sin embargo, la acción del Espíritu Santo no se limita al cónclave. Es una fuerza constante que anima a la Iglesia en su peregrinación terrenal. Desde el primer Pentecostés, el Espíritu ha infundido a los creyentes sus dones y carismas, impulsando la misión evangelizadora y guiando a la comunidad hacia la plenitud del Reino de Dios.

La elección de un nuevo Papa es, por tanto, un acto de fe y de discernimiento, en el que la sabiduría humana se une a la inspiración divina. Los cardenales, reunidos en oración y reflexión, se abren a la acción del Espíritu Santo, confiando en que Él los guiará hacia la elección del pastor que mejor servirá a la Iglesia en los tiempos venideros. Es un proceso lleno de misterio y esperanza, donde lo humano y lo divino se encuentran para escribir una nueva página en la historia de la salvación. Y es precisamente esa mezcla de lo terrenal y lo celestial la que convierte la sucesión papal en un acontecimiento único e irrepetible. Un acto de fe que nos recuerda que la Iglesia, a pesar de sus limitaciones humanas, sigue siendo guiada por la fuerza invisible pero poderosa del Espíritu Santo. Un recordatorio de que, en el corazón de la Iglesia, late la presencia viva de Dios.

Fuente: El Heraldo de México