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24 de abril de 2025 a las 00:00
Turquía: 230 heridos tras fuerte sismo de 6.2
La tierra tembló en Estambul. Un sismo de magnitud 6,2, una sacudida brusca y violenta que duró apenas 13 segundos, pero que se sintió como una eternidad. El corazón de la ciudad, con sus 16 millones de habitantes, se paralizó. El miedo, un fantasma siempre presente en una ciudad ubicada en una zona de alto riesgo sísmico, se materializó en un instante. Imaginen la escena: un miércoles, festivo, niños jugando en las calles, familias celebrando, y de repente, el suelo se mueve bajo sus pies. El pánico se desató. La gente corría de sus casas, de los edificios, buscando la seguridad de las calles abiertas, lejos de las estructuras que podían venirse abajo.
Las réplicas, más de cien, como ecos del temblor principal, mantenían la tensión en el aire. La más fuerte, de magnitud 5,9, recordaba la fragilidad de la situación. Las autoridades, con la experiencia de tragedias pasadas, actuaron con rapidez. Megafonía en las calles, mensajes en los móviles, recomendaciones claras: alejarse de los edificios potencialmente dañados, buscar refugio en polideportivos y mezquitas. La solidaridad de la ciudad se puso a prueba y, una vez más, respondió.
Afortunadamente, el balance inicial, aunque preocupante, no fue catastrófico. No se reportaron víctimas mortales, un alivio inmenso. Sin embargo, la angustia y el pánico dejaron su huella: 236 personas atendidas por heridas, la mayoría en Estambul, por caídas, saltos en la desesperación o, simplemente, por el terror que paraliza.
Los informes de daños materiales comenzaron a llegar: 378 reportes de estructuras afectadas, 12 edificios evacuados por precaución. Solo un edificio, abandonado y en ruinas en el histórico distrito de Fatih, se derrumbó. Una imagen que, aunque aislada, evoca el espectro de la destrucción que un terremoto de mayor magnitud podría causar.
La ciudad, con la respiración contenida, espera. En los parques, en los patios de las escuelas, familias enteras acampan, prefiriendo la intemperie a la incertidumbre de sus hogares. El miedo, aunque latente, no paraliza. Turquía, un país marcado por la actividad sísmica, sabe que la tierra puede rugir de nuevo. El terremoto del 6 de febrero, con su trágico balance de más de 53.000 fallecidos, es un recordatorio doloroso. Aunque Estambul se salvó entonces, la devastación en otras provincias avivó la preocupación.
Los expertos advierten: la proximidad de la ciudad a importantes fallas sísmicas la convierte en una zona de alto riesgo. La pregunta no es si habrá otro terremoto, sino cuándo. Estambul, una ciudad milenaria, se levanta una vez más, con la resiliencia de su gente y la esperanza de un futuro más seguro. La naturaleza, imponente e impredecible, ha dado un aviso. Es hora de escucharla y prepararse.
Fuente: El Heraldo de México