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23 de abril de 2025 a las 09:30
Salva la Tierra: ¡Actúa ahora!
Nos encontramos en una encrucijada histórica. Un sistema que venera la sobreexplotación y canoniza el agotamiento como una virtud nos ha llevado al borde del precipicio. Nos han inculcado la idea de que el éxito se mide en un crecimiento perpetuo, imitando la lógica voraz de los mercados financieros, un monstruo insaciable que cotiza hasta lo inexistente. Las bolsas se estremecen ante el susurro de un algoritmo, el resultado de unas elecciones o un simple rumor, mientras los salarios reales se evaporan en jornadas maratonianas, contratos precarios y una ansiedad disfrazada de productividad. Byung-Chul Han, con su lúcida crítica de la sociedad del cansancio, desnudó la maquinaria propagandística que nos ha convencido de autoexplotarnos en nombre del éxito, buscando la pertenencia a un sistema que estigmatiza el descanso y condena a la irrelevancia a quien se atreve a disfrutar del ocio. Y mientras tanto, figuras anacrónicas como las monarquías, persisten en su oasis de ocio y privilegios, legitimados por la herencia y la supuesta divinidad de su linaje, alimentando el consumo de una sociedad que admira lo que se le niega. Seguimos buscando afuera lo que deberíamos encontrar dentro.
En este contexto, la inteligencia artificial, lejos de ser una solución, se presenta como una nueva frontera de explotación. Los recursos, en lugar de gestionarse con ética y visión de futuro, se exprimen hasta la extenuación, integrándose a un modelo que exige más, más rápido, más barato, más divertido… ¿Más para qué? ¿Más para quién? La pregunta resuena en el vacío.
Este ritmo frenético es insostenible, tanto para el planeta como para nuestra psique. Cada Día de la Tierra nos recuerda la magnitud de la pérdida: la conexión con lo esencial, con lo básico, lo funcional, lo orgánico. Hemos abandonado la tierra para fantasear con la conquista de Marte, con robots y armas, mientras aquí, en este suelo herido, olvidamos cómo sembrar, cómo respirar, cómo descansar.
La brecha es evidente. De un lado, quienes se afanan en construir búnkeres interplanetarios y startups de inmortalidad. Del otro, quienes optamos por una existencia más lenta, más consciente, más libre… y sin duda, más compleja, aislada, juzgada y señalada. No por resignación, sino por lucidez. Porque hemos comprendido que el verdadero futuro no reside en la cúspide tecnológica, sino en la raíz humana. Y que tal vez, el mayor acto de rebeldía sea regresar a la simplicidad.
En este Día de la Tierra, la pregunta no es si la tecnología puede salvarnos, sino si nosotros seremos capaces de dejar de destruirnos. La respuesta, como la semilla que germina en la tierra fértil, reside en nuestra capacidad de reconectar con lo esencial, de cuestionar los dogmas de un sistema que nos empuja al abismo y de construir, desde la raíz, un futuro más sostenible, más justo y más humano. Un futuro donde el descanso no sea un lujo, sino un derecho; donde la productividad no se mida en horas de trabajo, sino en calidad de vida; y donde la tecnología, en lugar de explotarnos, esté al servicio del bienestar colectivo y la preservación de nuestro planeta.
Fuente: El Heraldo de México