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23 de abril de 2025 a las 09:25

Menos homicidios, más miedo

La paradoja se presenta cruda y desafiante: los homicidios dolosos bajan, pero la sensación de inseguridad se aferra, incluso crece. Las cifras oficiales, frías y contundentes, muestran un descenso notable en las víctimas de este delito. De 7,638 en el tercer trimestre de 2024, la cifra descendió a 7,303 en el último trimestre del mismo año, para finalmente llegar a 6,799 en el primer trimestre de 2025. Una reducción significativa, sin duda. Sin embargo, la percepción ciudadana se resiste a alinearse con estos números. Mientras el gobierno anterior insistía en el éxito de su estrategia, pregonando la disminución de homicidios en comparación con sexenios pasados, la percepción de inseguridad, que había mejorado sostenidamente desde finales de 2018, comenzó a repuntar. ¿Qué factores subyacen a esta desconexión entre la realidad estadística y el sentir colectivo?

La pandemia, sin duda, jugó un papel importante en la disminución inicial de la percepción de inseguridad. El confinamiento, primero total y luego parcial, alteró la dinámica social y limitó las oportunidades para la delincuencia. Pero más allá de este factor coyuntural, la narrativa gubernamental y la estrategia de "abrazos, no balazos" también contribuyeron a moldear la percepción ciudadana. Si bien esta política buscaba evitar la confrontación directa con los grupos delictivos, podría haber generado la impresión de una cierta permisividad, una suerte de "pax narca" que, a la larga, no logró disipar el temor.

El cambio de estrategia, con un mayor énfasis en la detención de "generadores de violencia", parece haber tenido un efecto contrario al esperado. La proliferación de imágenes de detenidos, en medios de comunicación y redes sociales, podría haber reforzado la idea de un país más violento, alimentando la sensación de inseguridad. La paradoja se agudiza: se muestra a la justicia actuando, pero la gente se siente más insegura.

La encuesta del INEGI revela datos adicionales que confirman esta tendencia. Las expectativas para los próximos 12 meses no son optimistas: el porcentaje de personas que cree que la situación empeorará ha aumentado. Además, los cambios de hábitos por temor a la delincuencia se han intensificado. Más personas evitan llevar objetos de valor, limitan las salidas nocturnas, restringen la libertad de los menores e incluso reducen las visitas a familiares y amigos. Estos cambios, pequeños pero significativos, reflejan un temor palpable que se traduce en una mayor percepción de inseguridad.

En estos detalles, en estas modificaciones cotidianas, se encuentra quizá la clave para entender la discrepancia entre las cifras y la percepción. La seguridad no se reduce a la disminución de homicidios; abarca un espectro mucho más amplio que incluye la sensación de tranquilidad, la confianza en las instituciones y la libertad de transitar sin miedo. Mientras estos aspectos no se aborden de manera integral, la percepción de inseguridad seguirá siendo un desafío, incluso cuando las estadísticas muestren una aparente mejoría. La pregunta que queda en el aire es: ¿cómo construir una seguridad que se sienta, una seguridad que vaya más allá de los números y se traduzca en una mejor calidad de vida para todos?

Fuente: El Heraldo de México