
23 de abril de 2025 a las 09:30
El legado de Trump: ¿Cómo impactó a México?
El incierto panorama económico que se vislumbra en el horizonte, con el regreso de figuras como Donald Trump al escenario político estadounidense, nos obliga a mirar más allá de las frías cifras macroeconómicas y a poner el foco en las personas, en las familias que, día a día, luchan por salir adelante. No podemos limitarnos a analizar el impacto en las grandes empresas o el PIB, debemos comprender cómo estas fluctuaciones afectan la vida cotidiana de María, de Andrés, de miles de familias mexicanas que dependen de un equilibrio precario, fácilmente desestabilizado por las decisiones políticas de otros países.
Imaginemos por un momento la angustia de María, trabajadora incansable en una maquiladora del norte, al escuchar las noticias sobre posibles aranceles. Esa amenaza, que para muchos es un titular más en los periódicos, para ella se traduce en la posibilidad real de perder horas extra, de ver mermados sus ingresos, de no poder llevar suficiente comida a la mesa. Y pensemos en Andrés, quien emigró buscando un futuro mejor, obligado a trabajar con mayor cautela ante el temor de la deportación, viendo cómo se reducen sus oportunidades y, con ellas, las remesas que envía a su familia.
La incertidumbre no se limita al empleo. El precio del arroz, del aceite, de los productos básicos que conforman la canasta familiar, también se ve afectado por las tensiones internacionales. Un peso devaluado, aranceles que encarecen las importaciones y presionan a los productores nacionales… todo esto impacta directamente en el bolsillo de las familias mexicanas, erosionando su poder adquisitivo y limitando sus posibilidades de progreso. Las remesas, que antes representaban un respiro, una ayuda para la educación, para los imprevistos, ahora apenas alcanzan para cubrir lo esencial.
Ante este panorama, las instituciones financieras tenemos una responsabilidad que va más allá de la gestión de negocios y la búsqueda de rentabilidad. Debemos ser un apoyo real para las familias, escuchar sus necesidades, comprender sus angustias y ofrecerles soluciones que se adapten a su realidad. Necesitamos productos financieros flexibles, accesibles, que les permitan ahorrar aunque sea poco, que les brinden protección ante la incertidumbre, que les faciliten el acceso al crédito de forma responsable.
La educación financiera no puede ser un lujo, sino una herramienta fundamental para empoderar a las familias, para que puedan tomar decisiones informadas, para que se sientan protegidas y capaces de navegar en la compleja realidad económica actual. Debemos acompañar a María, a Andrés y a miles de mexicanos en su lucha diaria, brindándoles las herramientas y el apoyo que necesitan para construir un futuro más seguro y próspero. Este es el momento de demostrar que la banca no es solo números y balances, sino un aliado estratégico en el desarrollo y bienestar de las personas. Es el momento de construir un sistema financiero más humano, más inclusivo, más cercano a la realidad de quienes, día a día, se esfuerzan por construir un futuro mejor. El futuro de México se construye desde la base, desde las familias, y es nuestra responsabilidad acompañarlas en ese camino.
Fuente: El Heraldo de México