La tragedia tiñó de gris la mañana del martes en Nogales, Sonora. Una mujer de 61 años, María “F”, residente de Phoenix, Arizona, perdió la vida en un cruel atropello y fuga que ha conmocionado a la comunidad fronteriza. El asfalto de la carretera Internacional México 15, a la altura del kilómetro 21, se convirtió en el escenario de un drama que deja un profundo vacío en la familia de la víctima.

María, quien regresaba de un viaje a Sinaloa, se encontraba realizando el trámite de retorno de su vehículo en la garita. Un momento de espera, un trámite de rutina, se transformó en una pesadilla. En un instante, la vida de María fue arrebatada por un tractocamión gris que circulaba a toda velocidad de sur a norte. El conductor, mostrando una inhumana indiferencia ante el dolor ajeno, no se detuvo a prestar auxilio. Aceleró, dejando atrás el cuerpo de María tendido sobre el asfalto y huyendo cobardemente hacia el norte, perdiéndose entre el tráfico de la mañana.

La llegada de los paramédicos de la Cruz Roja solo confirmó lo inevitable. Para María, ya no había nada que hacer. El impacto había sido fatal. La escena, desgarradora, fue acordonada por la Guardia Nacional, división Carreteras, mientras los peritos realizaban las primeras investigaciones. El cuerpo de María fue levantado con el respeto y la solemnidad que merece una vida arrebatada de forma tan abrupta.

Ahora, las autoridades se enfrentan a la difícil tarea de dar con el responsable de este acto criminal. La búsqueda del tractocamión gris se ha convertido en una prioridad. Se revisan las cámaras de seguridad de la zona y se solicita la colaboración ciudadana para cualquier información que pueda ayudar a identificar al conductor fugitivo. La justicia exige que se haga responsable por la vida de María y por el dolor infligido a su familia.

Este trágico suceso pone de manifiesto, una vez más, la vulnerabilidad de los peatones en nuestras carreteras. La imprudencia al volante, la falta de respeto a las normas de tránsito y la cobardía de huir ante las consecuencias de los propios actos, son una combinación letal que siembra dolor y exige una respuesta contundente por parte de las autoridades. La memoria de María "F" y la justicia para su familia, dependen de ello. ¿Hasta cuándo seguiremos tolerando que las carreteras se conviertan en escenarios de tragedia por la irresponsabilidad de unos pocos? Es hora de exigir un cambio, de promover una cultura vial de respeto y responsabilidad, para que ninguna familia tenga que volver a sufrir una pérdida tan irreparable.